Los anfitriones del turismo

Los anfitriones del turismo (XXIV): Miriam Rodríguez, la guardiana del silencio

La empresaria lleva 12 años gestionando casas-cueva en una compañía familiar que impulsó su padre en 1996 en Artenara

La empresaria Miriam Rodríguez frente a una de las casas-cueva que tiene en Artenara.

La empresaria Miriam Rodríguez frente a una de las casas-cueva que tiene en Artenara. / LP/DLP

La empresaria Miriam Rodríguez (Las Palmas de Gran Canaria, 1988) está al frente de un negocio familiar alojamiento en casas-cueva en Artenara, un espacio que ella define como «experiencia troglodita» y que aporta a la conservación del patrimonio cultural con la recuperación de casas abandonadas.

«Aquí el tiempo se para, se bajan las revoluciones del ajetreo diario, se descansa, se respira hondo, y quienes optan por hospedarse aquí se vuelven a casa con las pilas cargadas porque se olvidan de que el mundo existe, porque solo escuchan el silencio». Un silencio que Miriam Rodríguez, gerente de casas-cueva en el municipio de Artenara, se encarga de conservar y atesora como el mayor de los valores que puede ofrecer a los turistas que cada año se acercan hasta su negocio mientras disfrutan de las bondades del interior de Gran Canaria. Alojarse en cuevas de hasta 15 metros de profundidad es para ella una «experiencia troglodita» cada vez más valorada por los viajeros. «Ya no tanto, pero antes se vinculaba el tener una experiencia troglodita con algo negativo; los turistas se pensaban que se iban a meter en una caverna sin luz, pero hay televisión y hasta wifi», relata. Miriam es una de esas personas que cada día se levanta para ofrecer lo mejor de sí mismo para impulsar al principal sector de la economía canaria.

Miriam Rodríguez frente a una de las casas-cueva que tiene en Artenara.

Miriam Rodríguez frente a una de las casas-cueva que tiene en Artenara. / LP/DLP

Miriam nació en Las Palmas de Gran Canaria en 1988 en una familia de maestros procedentes de Artenara, pero ella rápidamente se desvinculó del mundo de la enseñanza al haberlo tenido en casa durante toda su vida y optó por encaminar sus estudios universitarios por el mundo de la empresa. «Me llamaba la atención todo lo relacionado con la economía, pero tampoco me veía en un banco», señala. Estudió Administración y Dirección de empresas y en su último año se especializó en empresas turísticas.

Lo hizo porque ya en su familia habían dado, poco a poco, el salto a ese sector. En 1996, su padre, José Antonio Rodríguez (exalcalde de Artenara, fallecido en 2015 a los 59 años), comenzó a rehabilitar una casa-cueva heredada de sus abuelos que estaba abandonada para ponerla en explotación. «En aquella época muchos consideraron que aquello era una locura», recuerda Miriam, «¿quién iba a marcharse a Artenara a hacer turismo cuando el turismo estaba en el sur»?. Pero la idea de José Antonio no fue tan mala, fraguó, y dos años después adquirió otra casa-cueva en el municipio e incluso una tercera. «Mi madre siempre dice que un día empezó a ver un agujero al lado de la segunda casa y se dio cuenta de que mi padre ya estaba empezando a crear otra», recuerda.

«Ahora no tanto, pero antes se asociaba tener una experiencia troglodita con estar en una caverna sin luz»

Por entonces, José Antonio no se dedicaba profesionalmente al turismo. «Alquilaba las casas-cueva de forma esporádica; estaba jubilado y no le importaba que las casas estuvieran vacías cierto tiempo al año», añade Miriam. Su padre, relata la empresaria, tenía bastante «apego» al municipio cuyo ayuntamiento había presidido hasta apenas un año antes de empezar a rehabilitar la primera casa, y conocía de la importancia de combatir la despoblación en esta localidad del interior. «Sabía que con el turismo se podía contribuir al desarrollo económico del pueblo», agrega la empresaria.

Después de que su padre iniciase el negocio turístico y mientras Miriam cursaba sus estudios en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria se percató de que su salida laboral podría estar en la empresa familiar. Y allá que se lanzó al concluir su carrera a gestionar las tres casas-cuevas que su familia, a través de la empresa Artenatur, tenía en propiedad, al tiempo que empezó a llegar a acuerdos con otros propietarios del municipio que tenían sus casas cerradas para ponerlas también en explotación. Ahora ya son siete.

Turismo alemán

Miriam lleva ya doce años al frente de la gestión del negocio familiar, pero reconoce que en sus comienzos le costó hacerse con todo. «Al principio estaba bastante frustrada porque después de cuatro años de carrera tenía que hacerlo yo todo, desde la gestión administrativa a la limpieza o el mantenimiento», rememora, «aunque intentaba buscar ayuda cuando se me escapaba de las manos». Cuando la empresa fue creciendo ya pudo permitirse contratar trabajadores y hoy, con ella, ya son tres empleados.

Casa-Cueva Las Margaritas.

Casa-Cueva Las Margaritas. / Artenatur

Durante este tiempo han pasado por sus casas-cueva cientos de turistas, primero canarios y luego alemanes tras llegar a un acuerdo con un turoperador germano para llenar los establecimientos durante la temporada de invierno. «Los turistas se quedan impresionados porque una casa-cueva es muy distinta al tipo de alojamiento al que están acostumbrados, y con las particularidades de una cueva: están a 1.200 metros de altitud con siete grados fuera y 18 dentro todo el año», apunta. Y no solo se quedan impresionados con el alojamiento, sino también con el entorno donde se encuentra, ahora catalogado como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. 

El perfil de turista que llega a un establecimiento como este es el de una persona amante de la naturaleza «que sabe donde viene y quiere patearse todos los senderos de Artenara y conocer la oferta y los productos locales», señala Miriam. Sobre todo ha notado la llegada de visitantes extranjeros que se alojan una o dos noches en el municipio y luego se desplazan a otras zonas de la isla. También van canarios que quieren desconectar.

Miriam diversifica su negocio y empieza a asesorar a propietarios que quieren poner su casa en explotación

Para Miriam, ofrecer este tipo de hospedaje contribuye a mantener el patrimonio. «Al final son casas-cuevas restauradas; mucha gente no conoce que existen en Artenara, solo en Guayadeque [entre Agüimes e Ingenio], pero más del 90% de las casas-cuevas están en este municipio», relata.

Las casas-cuevas, prosigue la empresaria, «atraen a un turista que aporta mucho valor, no solo porque nos beneficia a nosotros como negocio de alojamientos, sino porque sale, recorre la isla y la cuida, y consume fuera, y eso genera un efecto multiplicador del que todos nos beneficiamos».

Un pequeño negocio familiar como este le permite a Miriam establecer vínculos con sus clientes hasta el punto en que ha visitado en su ciudad natal a una pareja noruega que ha viajado a Gran Canaria durante años.

Miriam está satisfecha de la contribución de su negocio familiar al turismo en la isla a la vida en este municipio cumbrero. «Cuando empecé tenía muchas ganas de seguir creciendo, pero ahora con siete casas estamos bien y económicamente aportamos al pueblo y a los empleados; no voy a hacerme rica trabajando», señala la empresaria, quien además de la gestión de su negocio enfila su futuro por el mundo del asesoramiento a propietarios que quieren poner su casa en explotación.

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