Análisis

El enmorrillado de la plaza de Teror

Desde que el obispo Martínez de la Plaza ordenara el empedrado de 1786, ninguna actuación en el entorno de la basílica del Pino había tenido tal envergadura

Obras del enmorrillado en la plaza del Pino en los años 70. |

Obras del enmorrillado en la plaza del Pino en los años 70. | / José Luis Yánez

Cuando después de siglos de permanentes ruinas y arreglos, la basílica de Nuestra Señora del Pino concluyó en 1969 las obras que desde dos años antes se realizaban para reconstruirla y afianzarla; la villa de Teror y sus representantes eclesiásticos y civiles tenían ganas de continuar poniendo casas, iglesia, calles y plazas patas arriba. Por ello, la Dirección General de Arquitectura del Ministerio de la Vivienda decidió continuar las obras con la absoluta connivencia y acuerdo de dichos representantes.

Empezando el mes de febrero de 1970, se inició la segunda fase de restauración y reconstrucción del santuario terorense, con la demolición de las dependencias de un solo piso que en la trasera del edificio se destinaban a «la sala de tronos y demás utensilios para el culto salón parroquial y servicios», los llamados salones parroquiales que durante años habían sido utilizados como trasteros o sala de proyecciones de cine. Se pretendía retranquear la iglesia y hacerle ganar altura con otra planta dejando una calle donde no existía más que un callejón.

Aunque en un primer avance del proyecto, la parte alta se destinaba para prolongar el camarín y la baja tendría varias dependencias con salón parroquial, servicios, almacén para pasos y todo lo referente al culto, y una escalera para bajada, quedando la de caracol solamente para subida; la obra variaría un tanto en su ejecución y destino en los siguientes meses.

El gravísimo problema de la vivienda trajo a las islas en julio de aquel año al ministro Vicente Mortes Alfonso. Además de temas como los polígonos que iban surgiendo en torno a Las Palmas de Gran Canaria para absorber a los miles de personas que se trasladaban en un éxodo imparable desde los campos, el ministro y todo su equipo analizaron y planificaron actuaciones concretas como el complejo socio-religioso de Nuestra Señora del Pilar en Guanarteme; el Castillo de la Luz o la iglesia de Betancuria, trajeron en su agenda el venir a Teror y sus obras.

Como consecuencia de esta visita, a fines de septiembre llegó a la villa el arquitecto zaragozano Emilio Ladorrera López, por entonces Director general de Arquitectura, Economía y Técnica de la Construcción a revisar las obras del templo del Pino; los extraordinarios resultados de la primera fase y el proceso de construcción de la segunda fase ya bastante avanzado. Pero venía además a visitar las zonas inmediatas a la basílica, Palacio Episcopal, plaza, Ayuntamiento para tener una visión personal que enfocara su integración en un plan general de urbanización de la villa.

Aquel día se trazaron muchas de las líneas que en la década siguiente marcarían las planificaciones y ejecuciones urbanísticas que desembocarían en la declaración de Teror como Conjunto Histórico en 1979, y las posteriores obras de los años ochenta y noventa.

El inicio de todo este proyecto se plasmó tras la culminación de la basílica, con el anuncio realizado en 1972 por la mencionada Dirección General de Arquitectura de tomar la resolución a partir de aquel mismo año, de realizar la ordenación de todo el entorno de la iglesia.

Aspecto de la calle Real y la plaza durante los trabajos. | | LP/DLP

Aspecto de la calle Real y la plaza durante los trabajos. | | LP/DLP / José Luis Yánez

Toda la pertinente cuestión administrativa tardaría unos meses y al año siguiente, junto a la restauración del tríptico de las Nieves de Agaete o la del Castillo de La Luz para destinarlo a museo del mar, se inició la planificación de las obras que comenzarían en Teror y en la que estaban interesados, además de la Dirección General de Arquitectura y el Órgano de Ciudades de Interés Artístico Nacional, el propio Ministerio de la Vivienda.

Se trataba de pavimentar todo el entorno de la basílica del Pino con losas de piedra gris de Arucas, creando espacios intermedios que se rellenarían con cantos rodados, con callaos de barranco. Se presupuestó una cantidad inicial de casi catorce millones y medio de pesetas, que se venían a unir a lo ya invertido desde 1967, lo que significaba una considerable inversión estatal en el templo terorense y todo su entorno. Al final, y con buen tino, la técnica tradicional del enmorrillado no se realizó con piedras redondas sino con adoquines en cuña, mucho más apropiados para el trajineo de la villa.

Víctor Caballero Ungría -arquitecto del Servicio de Monumentos y Conjuntos arquitectónicos, con distintas e interesantes intervenciones como las de las celosías de la Mezquita de Córdoba con Rafael de la Hoz; la plaza de San Carlos del Valle o la de la Catedral de Tarragona por poner como ejemplos- realizó el proyecto desde Madrid. Fue aprobado por la Dirección General de Arquitectura el 18 de junio de 1973 y aquí lo llevó a cabo Andrés Boyer, Arquitecto-Jefe de los Servicios Técnicos de la Delegación de Vivienda en Las Palmas.

El proyecto de Vicente Caballero trazaba una lonja o losa alrededor del templo para que absorbiera el desnivel que había entre sus fachadas laterales caracterizando durante siglos el centro urbano terorense; al mismo tiempo que ocultaría el resalto de los bataches de hormigón que habían quedado al consolidar los muros en la obra de los sesenta.

Se pavimentaría con fajas de enlosado de piedra labrada en el borde y pegada al muro y tiras de bordillo formando cuadros. El interior de los paños se enmorrillaba con cantos rodados de pequeño tamaño. La basílica se rodearía con columnas de 1’50 metros de alto, separadas 3 metros entre ejes, para delimitar la zona de influencia del templo y se colocarían escalinatas de peldaños de piedra en el frente de cada una de las puertas. La Alameda se pavimentaría con losas de piedra labrada, de forma cuadrada, colocadas al hilo, entre franjas de la misma losa de forma rectangular, conservando el pretil y los pilares de cantería.

Las zonas de rodadura de vehículos del recinto -la plaza en sí y las calles cercanas- se pavimentarían con tiras de bordillo formando cuadros y diagonales y enmorrillado de canto rodado entre éstas; sobre una solera de hormigón de 30 centímetros que rodearía toda la iglesia con sus plazas y calles.

Desde que el obispo Martínez de la Plaza ordenara el empedrado de 1786, ninguna actuación sobre esta zona había tenido tal envergadura.

Se tenían en cuenta aspectos como la red de evacuación de aguas pluviales en todo el recinto, arquetas, registros, sifones, absorbederos con rejas de hierro forjado o la instalación general de electricidad bajo tubería de acero para el alumbrado público

Plano con el retranqueo de la iglesia. | | LP/DLP

Plano con el retranqueo de la iglesia. | | LP/DLP / José Luis Yánez

Las obras comenzaron hace cincuenta años y cambiaron durante los meses siguientes toda la fisonomía urbana de la villa mucho más que las anteriores labores en el interior del templo.

El levantado de pavimentos y peldaños; las excavaciones de zanjas y retirada de escombros; o el desmonte de los pilares y bancos de cantería; proyectaban la restauración de un conjunto monumental y la valoración de la basílica como centro unificador socialmente y vertebrador en lo urbanístico, que no culminarían hasta el 2009 con la prolongación del pavimento por toda la calle Real de la plaza.

Continuarían en el año 1974 y culminarían antes de lo previsto, teniendo en cuenta que actuaciones como las de La Alameda o las calles que rodeaban al Ayuntamiento no se llevaron a cabo hasta mucho tiempo después y además no teniendo en cuenta cuestiones tan destacadas como la utilización de la cantería en ellas.

Anecdóticamente, la celebración en 1974 de la II Semana Mariológica de la Diócesis de Canarias llevó a Teror en mayo de aquel año a cientos de personas. Extraordinariamente, se había bajado la Imagen, lo que aumento aún más la convocatoria. La presencia del Cardenal Bueno Monreal y la concelebración con que se clausuraba en la basílica trajo consigo un hecho anecdótico.

El 31 de mayo de 1974 se produjo la procesión de la Imagen acompañada por el pueblo de Canarias, el cardenal, nuestro obispo y los participantes en la Semana Mariológica, por la calle principal hasta el Muro Nuevo debido a que las obras que se estaban realizando impedían el recorrido tradicional.

El recorrido gustó y se implantó como fijo unos meses más tarde en la noche del Día de las Marías.

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