Yacimientos arqueológicos | 50 Aniversario de la Declaración de Bien de Interés Cultural

Los panteones pétreos de Arteara

La mayor necrópolis de Canarias cumple medio siglo de su declaración como Bien de Interés Cultural | El yacimiento habla del respeto de los canarios con sus finados

Juanjo Jiménez

Juanjo Jiménez

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En algún momento bien prehistórico el macizo de Amurga quebró, formando un maremoto de toscas que se abalanzaron cientos de metros en vertical, hacia el verde río de palmeras que hoy conforman el minúsculo pago de Arteara. Lo que quedó de aquella avalancha de fonolita es una suerte de malpaís en formato ciclópeo, porque si bien el que forman las lavas incandescentes, tamizando el mundo de negro azabache, alfombran la superficie de picón, redondas bombas volcánicas y poliedros de aristas de cristales, el de Arteara conforma un sindiós revuelto de enormes teniques que se han ido poniendo rumbientos con el paso de los milenios, exhibiendo un mixturado de colores que abarcan desde el suave bermejo al rojo sangre.

Desde su interior y a la vista de los precipicios salvajes que se levantan a ambos lados de ese barranco tropicalizado en su cauce por su espectacular oasis, se podría llegar a pensar que la vida toda surgió justo allí, o en un lugar muy parecido, de la tal potencia que emana el paisaje. Pero lo que vieron los canarios fue el final, el sitio donde enterrar a los suyos, quizá para camuflar a amigos y parientes entre las entrañas de la tierra rota. Así fue como sobre ese caos absoluto horadaron cistas y montaron extraordinarios túmulos troncocónicos. 

Yacimiento de Arteara

Yacimiento de Arteara / JC GUERRA

Ingenio de los antiguos canarios

Para los primeros europeos que se toparon con la Arteara del descanso indígena la imagen de ese derrumbe del osario trastocó no pocos tópicos. El franciscano Abreu y Galindo, en sus temprana Historia de la conquista de las siete islas de Canaria, ya da una pista de la percepción.

 «Y, si no había cuevas, procuraban hacer sus sepulturas en lugares pedregosos, que llaman malpaises, y apartaban las piedras movedizas, y hacían llano el suelo, tan cumplido como el difunto. Y lo tendían allí, siempre la cabeza al norte; y le llegaban unas grandes piedras a los lados, de suerte que no llegasen al cuerpo, y quedaba como en bóveda. Y sobre esto hacían una como tumba redonda, de dos varas, de piedra, tan bien obrada y prima, que admira su edificio. Y por dentro, desde encima de la bóveda para arriba hasta emparejar con las paredes, lo henchían de piedra puesta con tanto nivel, que da a entender el ingenio de los canarios».  

De ese ingenio se contabilizan en la necrópolis de Arteara, la más extensa de Canarias, con sus dos kilómetros de largo y uno de ancho, más de 800 túmulos, tanto de formas troncocónicas como ovoides. 

Del siglo V

Una de las primeras arqueólogas que estudia el fenomenal yacimiento indígena con criterio científico es Rosa Schlueter Caballero, quién a finales de los años 70 indaga en el conjunto para «conocer exhaustivamente las líneas de construcción, ritos funerarios practicados, posición y orientación del cadáver, así como la posible localización de los objetos de ajuar», datando los indicios más antiguos en el siglo V antes de la era, algo que coincide con otros restos hallados en el mismo cauce de Fataga, como en Lomo del Guarajillo, o en los barrancos de Los Vicentes y Los Caserones

Schlueter Caballero describe con precisión los túmulos investigados, algunos de los cuales, como el de La Sepultura del rey, alcanzan los dos metros de altura. 

Pero la arqueóloga se para con atención en el AR/D/79, «quizá el más interesante», y que «por su tamaño pensamos que se trataba de un simple amontonamiento de piedras, cuando en realidad era un enterramiento correspondiente a un individuo de corta edad que no debería pasar del año y medio, ya que el único resto óseo encontrado completo, un fragmento de mandíbula, tenía aún los dientes localizados en el interior de los alveolos dentarios». 

Yacimiento de Arteara

La Sepultura del rey, un túmulo sobre el que cae el primer rayo del sol en los equinoccios, en el yacimiento de Arteara / JC GUERRA

Grabados y estaciones

Pero no quedan aquí las sorpresas de Arteara. Porque en una investigación muy posterior, cuyo trabajo lleva por título Nueva estación de grabados rupestres localizada en la Necrópolis de Arteara, firmada por los especialistas Milagrosa García, Julio Cuenca, José Juan Guillén, Raquel Vega, Marcos Martínez, Hacomar Babón, José Montelongo, Pilar Ramos y Guillermo Rivero, localizan, calcan y detallan un enorme número de grabados que «representan figuraciones humanas, inscripciones alfabéticas y otros motivos geométricos» a través de diferentes técnicas: «rallados superficiales, incisiones, abrasión, picados y picados seguido de abrasión», y muchos de ellos, «habitualmente vinculados a yacimientos aborígenes tanto en el Archipiélago Canario, como en el norte de África».

Lo relevante del descubrimiento radica, entre otras, en que es la primera vez que se asociaba «una estación rupestre a un lugar de enterramiento», y la escenificación de figuras humanas que parecen danzar en territorio de los muertos, con sus brazos extendidos y sus piernas separadas, a lo que se añade el tratamiento que los antiguos dispensaban a los finados, en la orientación de los cuerpos, en el mirlado, en los elementos depositados en cistas y cuevas, que «constituyen pruebas evidentes de la preocupación por el hecho de la muerte». Y más si cabe cuando resulta que sobre la Sepultura del rey se funde el primer rayo solar durante los equinoccios, atravesando una U formada en la cima del macizo, creando además un segundo fenómeno conocido como doble orto-solar

La síntesis imposible

Este auténtico tesoro del patrimonio de Canarias fue declarado Bien de Interés Cultural hace medio siglo, efemérides que cumple junto con la Necrópolis del Maipés en Agaete, Los Letreros de Balos de Agüimes, y el Yacimiento de Tufia, en Telde, motivo por el cual el Cabildo ha celebrado un seminario monográfico, así como una visita guiada por la arqueóloga Verónica Alberto Barroso, de Tibicena Arqueología, en la que se descubrió una placa BIC que figura en la fachada de su centro de interpretación. 

Tras la celebración del acto institucional, Rosa Schlueter Caballero ofrecía la conferencia magistral El parque arqueológico de Fataga: una historia para Arteara en el que presentó su libro La necrópolis de Arteara: Síntesis imposible , de una lectura sencilla y didáctica y que expone nada menos que su trabajo de treinta años en el que intenta diseccionar el misterio y la magia de los panteones troncocónicos que brotaron del fenomenal derrumbe.

Yacimiento de Arteara

Yacimiento de Arteara / JC GUERRA

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El barranco de Fataga pertenece a una de las regiones más antigua de Gran canaria, datada en unos nueve millones de años.

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En el decreto que incoa el BIC se establece la existencia de 809 túmulos, todos ellos delimitados en una muralla de poca altura que rodea todo el recinto. 

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Los canarios creaban una cista rectangular donde colocaban el cuerpo, que rodeaban con una cubierta tubular formada por lajas superpuestas.

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El 5 de julio de 1973 se declara Bien de Interés Cultural a la Necrópolis de Arteara, considerado como uno de los mayores enterramientos indígenas de toda Canarias.

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