San Bartolomé de Tirajana

Daniela Kohler, la alemana que enraló al Sur

La bailarina Daniela Kohler llegó a Lanzarote en 1970 para curarse una lesión y allí conoció a Alejandro Kohler, copropietario de la Isla de Lobos, con quien se casó.

Daniela Kohler posa sonriente en el salón de su casa de San Fernando de Maspalomas, en San Bartolomé de Tirajana.

Daniela Kohler posa sonriente en el salón de su casa de San Fernando de Maspalomas, en San Bartolomé de Tirajana. / Juan castro

Daniela Kohler (Berlín, 1947) se inició desde niña en el mundo de la danza. De adulta, una lesión la obligó a parar su carrera y curarse en Lanzarote, donde llegó en 1970, aunque una historia de amor la trasladó a Gran Canaria en 1971, donde ha residido desde entonces. Se ha dedicado a la traducción, al turismo y la organización de eventos, entre otros trabajos. «No hice mal a nadie, levanto el teléfono y pido ayuda, y me la dan».

Ha sido una afamada bailarina, fotógrafa, modelo, historiadora, organizadora de eventos, presentadora de radio, comercial sanitario y hasta piloto de helicóptero. De origen alemán pero afincada desde hace décadas en San Bartolomé de Tirajana, la figura de Daniela Kohler es desconocida para el gran público, pero a lo largo de su vida esta mujer de sonrisa amable, actitud jovial, discreta y elegante conversación, ha acaparado una notable proyección en círculos empresariales turísticos, ya que tuvo responsabilidades en distintos hoteles y un touroperador; en entornos culturales, pues a su currículum añade la organización de los conciertos del pianista alemán Justus Frantz en Monte León; y en círculos políticos con personalidades alemanas y canarias, una vida que repasa ahora, con 76 años, 53 de ellos en Canarias y recién estrenado un programa de radio en alemán en la emisora municipal.

Daniela Kohler posa sonriente en el salón de su casa de San Fernando de Maspalomas, en San Bartolomé de Tirajana.

Daniela Kohler posa sonriente en el salón de su casa de San Fernando de Maspalomas, en San Bartolomé de Tirajana. / Juan Castro

Nació en el oeste de Berlín, en pleno Charlottenburg en 1947 en el seno de una familia formada por un ingeniero ruso que llegó a reconstruir la ciudad después de la II Guerra Mundial y por una alemana dedicada al mundo de la cosmética, la radio y la hostelería. Tras terminar la enseñanza primaria y el COU, estudió dos años de fotografía en una escuela de artes gráficas y luego se licenció en Historia en la Universidad de Berlín, con un doctorado no terminado «como espinita».

Kohler compaginó toda su etapa educativa con una de sus pasiones, la danza, en la que comenzó a instruirse desde los cinco años después de que su progenitora conociese en el bar que regentaba a una profesora de la Ópera de Berlín, ubicada a pocos metros del establecimiento. «Con 16 años ya era aprendiz de bailarina en la ópera y luego me dediqué profesionalmente a eso», señala. Continuó bailando hasta los 22 años y durante ese tiempo llegaron a pedirle autógrafos y fotografías por la calle. Daniela era una estrella. Pero una lesión en un pie interfirió en su camino y fue entonces cuando inició el que sería un enorme periplo que ya supera las cinco décadas en Canarias.

Daniela fue una estrella de la danza a la que el público pedía fotos y autógrafos en su Berlín natal

El primer intento de que Daniela volase a las islas lo hizo «un amigo persa que me regalaba flores y alfombras y le gustaba estar conmigo, pero yo no quería». El empresario tenía negocios en Gran Canaria y la invitaba a visitar la isla, pero ella declinó la propuesta para aceptar la de una amiga que residía en Lanzarote. «Los médicos me recomendaron que me recuperara en un lugar cálido», rememora, y voló a aquella isla para pasar dos semanas. «Me fui a Lanzarote casi huyendo de él», bromea. Era 1970.

Avatares del destino, justo cuando ella se baja del avión, aterriza enfrente un helicóptero del que baja aquel amigo persa y su socio empresarial, Alejandro Kohler, un empresario alemán de la construcción, el turismo y las importaciones que había recalado años antes en Fuerteventura de la mano de la familia Winter y que tenía tres aviones, dos helicópteros y era por entonces propietarios del 49% de la Isla de Lobos, donde quiso poner en marcha distintos proyectos junto a César Manrique. Pero por entonces ella eso no lo sabía. «Menuda casualidad, yo quise evitar al persa y lo veo en Lanzarote», relata. Aquel empresario había hablado tanto de esta mujer a su socio Kohler que días después, al coincidir en una fiesta, éste se acercó a conocerla. «Según lo vi entrar por la puerta sentí un flechazo, era muy atractivo, me quedé prendada», recuerda ojeando su álbum de fotos, «a las cinco de la mañana me trajo un ramo de flores que había pedido en el primer avión».

Daniela Kohler junto a su marido Alejandro Kohler y su hija.

Daniela Kohler junto a su marido Alejandro Kohler y su hija. / LP/DLP/Juan Castro

Se terminaron aquellos 15 días de recuperación del pie y Daniela volvió a Berlín, pero aquello no amedrentó a un empresario acostumbrado a viajar y durante seis meses fue cada fin de semana de Canarias a Berlín a visitarla. «Iba de Lanzarote a Gran Canaria, a Madrid, a Frankfurt y de allí a Berlín, era agotador así que me dijo que me fuese a Lanzarote con él», cuenta. Daniela estaba enamorada y volvió, pero a Gran Canaria, donde su novio tenía las oficinas, en las que comenzó a trabajar como traductora. Era 1971. Se casó y tuvo una hija, Daniela. Años después su marido perdió mucho dinero en Bolsa, enfermó y falleció en 1995.

Turismo

Al salir de la empresa de su marido, Daniela Kohler se embarcó en el sector turístico como jefa de un touroperador en la isla que trabajaba con grandes hoteles como el Oasis, el Palm Beach o el antiguo Tamarindos. «Yo no tenía ni idea ni de cómo funcionaba un ordenador, pero trabajando como una loca todo salió adelante», relata. Tres años después se quedó en paro y en menos de una semana se incorporó como asistente de dirección del hotel Don Gregory, por entonces de la compañía Seaside de Theo Gerlach. Tiempo después el complejo cambió de manos y Daniela Kohler se marchó durante 15 años como directora comercial de un grupo sanitario. Hasta que se jubiló.

Todos los puestos que ocupó sirvieron a Daniela para hacerse un hueco en la memoria de empresarios, políticos, periodistas, artistas y personalidades de todo tipo, como el compositor estadounidense Leonard Bernstein, el director de orquesta austríaco Herbert von Karajan o el actor egipcio Omar Sharif. Y a muchos los conserva hoy, pues para esta alemana haberse jubilado no ha sido sinónimo de dejar de trabajar, ya desde entonces organiza eventos como el encuentro anual de Justus Frantz en la Casa de Los Músicos; semana sí y semana también ejerce como anfitriona de paisanos alemanes de reconocida trayectoria como Helmud Brandt, Marco Reinhard Grindel y Hans Werner Kammer, exdiputados de la Unión Demócrata Cristiana (CDU) en el Bundestag, la Cámara Baja del Parlamento de Alemania, recientemente de vacaciones en la isla. O la que fuese secretaria del presidente estadounidense RonaldReagan, Helene von Damm

Daniela Kohler acaricia a un burro en la Isla de Lobos en los años 70.

Daniela Kohler acaricia a un burro en la Isla de Lobos en los años 70. / LP/DLP/Juan Castro

Y no para. Colabora con la prensa, con el Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana y hasta ha ejercido recientemente como actriz en un anuncio televisivo de una empresa de alquiler de coches. «Cuando tienes 76 años, que ya es mucha edad y en la que muchos amigos han entrado y salido de mi vida, te paras y piensas: ¿cuánto tiempo te queda y durante cuánto tiempo puedes hacer cosas?» se pregunta, «así que tengo que darme prisa para hacer más cosas. ¿El qué? No lo sé, lo que venga, yo estoy preparada para todo, porque a mi edad si dejo de trabajar ya pierdo la cabeza».

"Me gusta la Daniela que soy"

Por eso se va marcando pequeños retos. «Organizar eventos es muy complicado, por eso cuando todo sale bien siempre gano un amigo y que se hable bien de mi», cuenta. Se siente querida, reconocida y apreciada.«Me gusta la Daniela que soy, no soy famosa pero me conoce mucha gente; todo lo demás no me hace falta, y como nunca hice mal a nadie, siempre que levanto el teléfono y pido ayuda, me ayudan».

Dice que pocos deseos le quedan por cumplir más allá de que quienes lo rodean gocen de buena salud. «Siempre he tenido miedo de que mi familia se vaya antes que yo», señala. Y quiere más retos para no estar «parada». «Yo lo que quiero es moverme». Por eso hace unas semanas retomó en Radio Dunas un programa en alemán para el público germano de Maspalomas.

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