MEDIO AMBIENTE

La playa más desconocida de Las Palmas de Gran Canaria

El arenal de La Gaviota es una de las pocas calas salvajes que quedan en la ciudad. A ella acuden principalmente los dueños de perros para disfrutar del baño con sus mascotas

Para llegar a la playa de La Gaviota, en Las Palmas de Gran Canaria, hay que subir a pie una ligeramente empinada pista de tierra construida en el siglo pasado al borde de la peña de Medio Mundo por los ladrones de arena para ampliar la autovía GC-1 a seis carriles. Sus tremendas mordidas aún se notan en los altibajos de la cala.

Detrás del peñasco se esconde el arenal y la caminata, de no más de un cuarto de hora, merece la pena porque La Gaviota, una playa salvaje de arenas cenicientas impacta por su belleza cuando se divisa de repente desde lo más alto del Medio Mundo.

El arenal ha logrado sobrevivir pese a ser duramente machacado durante años por las extracciones de arena, los vertidos de fuel y los poblados de chabolas, en las que habitaban, entre otros, los denominados areneros.

Papeleras y civismo

En la actualidad, su principal problema es la basura que se acumula entre sus rocas y arenas porque las corrientes arrastran hasta la playa los microplásticos y otros residuos que los barcos lanzan al océano.

A la que trae la marea se añade la porquería que se tira directamente en la playa. Sus escasos bañistas piden papeleras y más mantenimiento, además de civismo a los hediondos.

Situada justo al lado de la playa de Bocabarranco, en el límite entre Telde y Las Palmas de Gran Canaria, mucha gente la llama también Bocabarranco, por error.

Algunos se refieren a ella como Las Gaviotas, en plural, y otros como la playa de El Agujero, un topónimo que le va que ni pintado por su ubicación.

Paraje protegido

Es una de las pocas playas de la isla situada en un paraje protegido, dado que está dentro del ámbito del Sitio de Interés Científico de Jinámar establecido en 1994, cerca de Bocabarranco, para proteger el hábitat de la hierba muda (Lotus Kunkelii), el único sitio del mundo donde crece esta especie de flores amarillas que aún hoy sigue en peligro de extinción

Este lunes había más gente que de costumbre, por ser festivo, pero aún así el número de bañistas no superaba el medio centenar. La mayoría acude a esta cala porque puede disfrutar de la playa con sus perros. En la nueva ordenanza de playas, el arenal figura entre los lugares de baño en los que se puede practicar nudismo, junto a la de Bocabarranco y El Confital, pero los bañistas aseguran que han visto a muy pocos. Seguramente, porque la gente no lo sabe. Ningún cartel anuncia que se trata de una playa nudista desde hace algo más de un año. 

 Para José Luis y Delia, este lunes era su primera vez en La Gaviota. Normalmente van a Bocabarranco, pero esta vez decidieron adentrarse en la playa de al lado y no se arrepintieron.

Suga, su perro, no salió del agua en todo el rato. «Vamos a estar un ratito nada más, un ratito para que el perro se desfogue. El perro disfruta y yo también. Esta playa es un lujo. Lo único que echamos en falta es un contenedor para la basura y concienciar a la gente para que no deje atrás los excrementos de sus perros. La gente tiene que concienciarse de que tiene que llevarse su basura», comentaba José Luis, quien advierte de que la playa es peligrosa como el demonio por las corrientes

José Luis y su pareja Delia lamentan también el abandono en el que están los equipamientos del Sitio de Interés Científico, al que consideran se les podría sacar más partido para conocer el paraje.

La porquería

Pilar es de Jinámar y acude día por día a La Gaviota con sus cuatro perros, dos grandes y dos pequeños.

Este lunes fue con su amiga Elena y sus dos perros chicos. Se queja de la porquería que trae el mar y de que hace tres semanas se llevaron el contenedor que había en la zona.

En su lugar, ha crecido un montón de bolsas de basura.

«Esta playa me encanta y a mis perros también y te puedes bañar en los charcones que se forman cuando baja la marea». Dirier, Dylan y Valentina, los hijos de Miriam se pasaron toda la mañana en remojo en uno de esos charcones. Miriam es de San Cristóbal y siempre que puede se viene a La Gaviota.

«Me encanta, es solitaria, pega el sol todo el día y cuando baja la marea está bien para los niños. Y el aire que corre se agradece porque no pasas tanto calor». Para Conchi y Manuel, el sitio es «fantástico».

También acuden con su perro Cindy y aprovechan para reivindicar más papeleras y «una ciudad con más playas en las que los perros puedan participar con sus dueños».

Extracción de arena

Todos ellos disfrutan de la playa ajenos al accidentado pasado que ha tenido la playa. En 1993 fueron los propios chabolistas que vivían en el extremo norte de la playa los que denunciaron a la empresa FCC por extraer arena en Las Gaviotas con varios camiones y un tractor, de los que aportaron fotos, para utilizar el árido en la ampliación de la GC-1. Además del robo de arena, el colectivo ecologista Turcón denunció entonces que el Gobierno canario casi acaba con los pocos ejemplares de hierba muda que quedaban en esa época y plantó batalla para evitarlo, junto a Ascan. Cuantificaron en un 60% el porcentaje de ejemplares de la planta que se perdieron.

En 2007, la playa volvió a ser víctima, este vez de un vertido de al menos 110 toneladas de fuel, al reventar la tubería de Disa que conducía el combustible desde Salinetas hasta la estación eléctrica de Endesa en Piedra Santa. La conducción, de poco más de nueve kilómetros iba por la mayor parte de su recorrido bajo tierra, salvo en la playa de La Gaviota, en la que estaba colgada de un talud. La empresa fue denunciada a la Fiscalía, pero el asunto se archivó. 

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