La Isleta cierra una página de su historia

Caen las primeras 14 casas de la calle Andamana, el corazón del mítico ‘barrio chino’ de Las Palmas de Gran Canaria en los años 60 y 70

La calle Andamana, en el barrio de La Isleta de Las Palmas de Gran Canaria, vivió una época dorada al calor del liderazgo del Puerto de La Luz y de Las Palmas en las décadas de los 60 y 70. Un soplo de aire fresco en forma de 'barrio chino' cosmopolita en pleno tardofranquismo. Sus restos están cayendo ahora bajo la piqueta.

Corría el verano de 1973. Todavía faltaban dos años para la muerte del dictador Francisco Franco cuando en La Isleta se vivían aires alejados de la estricta moral católica que promovía el régimen. La sala del Can Can Night Club acogía espectáculos de ilusionismo, hipnosis, transformismo y vedettes. En los locales vecinos corrían el champán y el whisky. Los letreros luminosos del Tung Fong, el Acrópolis, el Misaki, el Sagitario, el Black Prince o el Rio Yosuko se suceden uno detrás de otro por las calles Andamana y Temisas de Las Palmas de Gran Canaria. Tripulaciones de coreanos, japoneses o griegos deambulan mientras un señor con un maletín intenta venderles lo último en relojes, todo de estraperlo. Entre medias, multitud de prostíbulos donde mujeres y hombres homosexuales intentaban sobrevivir como malamente podían vendiendo su cuerpo.

Aquella estampa de hace medio siglo difiere mucho de lo que ofrece hoy ese rincón de la Las Palmas de Gran Canaria. La llegada del crak y la heroína en los 80 acabaron con todo aquello. Tras años de abandono, en los que el conocido como ‘barrio chino’ terminó por convertirse en meras ruinas tapiadas, la piqueta ha hecho acto de presencia. La Isleta cierra una página de su historia con el derribo de unos 14 edificios en Andamana y alrededores. Una operación urbanística que solo acaba de comenzar.

La calle Andamana y las aledañas llegó a tener 79 bares y seis sales de fiesta

La constructora que realiza los trabajos, Construcciones y Demoliciones Canarias S. L., prevé derribar un total de 37 inmuebles entre las tres manzanas que conforman la Unidad de Actuación de Manuel Becerra (UA 01.3). Según los promotores, la idea será levantar una torre de 18 plantas -el Plan General de Ordenación (PGO) marca el límite en 16 alturas- y 166 viviendas, además de convertir la calle Atindana en un bulevar. No obstante, todavía no han comprado todos los edificios.

La piqueta ha hecho su trabajo y al ascender ahora por Andamana impresiona la sensación de amplitud que ha dejado el derribo de una docena de casas, la mayoría terreras. Apenas han dejado las fachadas a modo de tapias del solar, además de un puñado de escombros entre los que aún se distinguen los hierros de los antiguos letreros y en algún muro se puede vislumbrar el nombre en coreano de algún bar desaparecido.

¿Cómo se llegó a esta situación?

Para saber cómo se llegó a esta situación hay que remontarse a la década de 1960. Por aquel entonces las tripulaciones de los barcos que atracaban en el Muelle Grande entraban en La Isleta directamente por la plaza de Manuel Becerra. No existían barreras ni controles entre la ciudad y el Puerto. De frente, la calle Andamana, donde ya existían algunos bares, había un puñado de prostíbulos y se comerciaba de estraperlo. Una realidad que ya era evidente, pero habría una fecha que lo cambiaría todo. 

«Por el día está todo apagado, muerto, cuando cae la tarde comienza a reanimarse y por la noche tiene color»

El 5 de junio de 1967 estalló la Guerra de los seis días entre Israel y los países árabes. Tras la contienda, Egipto mantuvo el bloqueo del Canal de Suez durante ocho años, por lo que el tráfico portuario de Las Palmas se multiplicó. Si a esto se suma la llegada de la flota pesquera japonesa en 1957 y de la coreana en 1966, el resultado fue un cóctel que generó en el barrio una burbuja de oro y una ventana cosmopolita.

Unos años más tarde se les unió la flota rusa -de la mano de Sovhispan-, la polaca -ambas a pesar del profundo anticomunismo del franquismo- o la griega. La riqueza de los fondos del banco canario-sahariano atrajeron a marinos de medio mundo que se gastaban los cuartos al desembarcar. La calle Andamana e inmediaciones llegó a tener 79 bares y seis salas de fiesta. El Sótano abrió por todo lo alto en 1967 en la esquina de Atindana con Temisas, con ballets hasta la madrugada. Muy cerca estaba el Can Can, con espectáculos internacionales como «el carrusel mágico» de la ilusionista francesa Miss Rivelles y la voz de PepitaValderrama, apodada como «la muñeca de la frivolidad».

Realidad enriquecedora

«Quien supo aprovechar aquella época hizo dinero», apunta María Isabel Luján, comerciante, en el documental Estación Andamana. Sergio Morales, director de la película, señala que «dentro de la grisura del franquismo se vivía una doble moral», lo que ocurría allí era «síntoma del cosmopolitismo que trajo el Puerto y explicación de las comunidades coreanas o japonesas que se mezclaron con la sociedad canaria». Este isletero describe una «realidad enriquecedora que nos ha influenciado» y que dio lugar a la diferencia que existía entre la recatada ciudad de Las Palmas y La Isleta.

Página de La Provincia de mayo de 1973.

Página de La Provincia de mayo de 1973. / LP/DLP

«Por el día todo está apagado, como muerto; cuando cae la tarde comienza a reanimarse y por la noche tiene color. En las barras se empinan codos en los más dispares idiomas, se bebe con moderación o sin ella y se cruzan las miradas», así describía el periodista Amado José El Mir el conocido como «barrio chino» de La Isleta en LA PROVINCIA en 1973.

«En 1966 un japonés pagaba 500 pesetas por una botella de champán sin dudarlo»

Durante el siglo XX se conoció coloquialmente como «barrio chino» a las zonas de prostitución en España. A comienzos de los 70 el auge del tráfico portuario hizo disparar el número de prostíbulos y otros negocios en la zona. Se llegaron a pagar más de 20.000 pesetas [120 euros] por el alquiler mensual de una casa en Andamana, una cantidad desorbitada para la época. Habitualmente, dejaban la puerta o la ventana entreabiertas, cuando no se asomaban directamente, siempre al acecho de la policía; entonces cerraban «en seco» nada más ver el jeep.

El japonés Koya Yoshi recuerda en Estación Andamana cómo primero bebían en los bares y después subían a la planta de arriba con las chicas. Otros marineros preferían a un chico, aunque la transexual Pino señala en la película que los asiáticos no eran «tan abiertos» como, por ejemplo, los griegos. Ella llegó de Teror para buscarse la vida en una época hostil. Y es que a la prostitución se dedicaron mujeres llegadas del campo u otras islas, pero también de otras nacionalidades. Era una forma de supervivencia económica en pleno tardofranquismo.

comercial en 'El Eco de Canarias' en 1968.

Comercial en 'El Eco de Canarias' en 1968. / El Eco de Canarias.

«En 1966 un japonés pagaba 500 pesetas por una botella de champán sin dudar», señala Manolo Vidla, quien colaboró en el guión del documental. «El negocio era tan lucrativo que el señor Miamoto llegó a tener tres cabarets», matiza, «a veces desembarcaban y cerraban el bar porque con ellos ya hacían la caja». Un ambiente que sirvió de inspiración, entre otros artistas, al humorista Manolo Vieira.

La entrada feroz de la droga

Hay vecinos que recuerdan aquella época con nostalgia, «había convivencia», indica Morales. Ellas aportaban, por ejemplo, a las fiestas del Carmen. Muchos asiáticos o europeos compraron casas. No obstante, otros isleteros no lo veían tan bien; en numerosas ocasiones había hombres que se confundían y entraban a casas «normales» pensando que eso era un prostíbulo. Pero todo aquello terminó por degenerar en los 80.

«Aquí algunas hacemos mucho dinero con los pescadores extranjeros, pero cada día que pasa, el trabajo es más difícil. Muchos chorizos han sentado aquí sus reales y no es raro que, a pleno día, se vean asaltos y tirones», apuntaba una prostituta a Diario de Las Palmas. La caída de la pesca y la entrada feroz de la droga en los barrios hicieron todo. En los 90 se organizaron cuadrillas vecinales. Llegaron a rociar zotal en las calles y estaban dispuestos a marcar las casas de los camellos. 

Las redadas eran el pan de cada día. La mafia nigeriana se adueñó de todo y se volvió peligroso transitar por allí. «En los últimos años se ha convertido en una especie de cementerio, con jóvenes de ambos sexos que llegan como zombis en busca de la papelina de heroína o boliche de crak», apuntaba una prostituta a Diario de Las Palmas en 1995. Aquel día, en una operación policial, se tapiaron 12 casas en Temisas. Era el principio del fin; así hasta llegar al aspecto de ciudad fantasma que ha presentado la zona hasta ahora.

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El arquitecto Vicente Díaz señala que la hipotética puesta en marcha de la Unidad de Actuación de Andamana supone una «elitización y gentrificación» al ser un tipo de vivienda para un poder medio-alto. «Este tipo de figuras urbanísticas en la ciudad consolidada no funcionan, están desfasadas», indica. En el PGO de 2012 se eliminaron la mayoría, pero las tres de La Isleta se mantuvieron. El también isletero señala que independientemente de lo que ocurra finalmente en esta, las de Racsa y Porto Pi son una oportunidad para repensarlas y dedicar la antigua fábrica a fines culturales. «El urbanismo requiere tiempo y también de participación», incide. | A. V.

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