ANÁLISIS

Barranco de Guiniguada: atenuar el efecto bañera

La construcción de la Ciudad del Mar trajo consigo consecuencias que atemorizan, pero estas actuaciones no deben dificultar la conexión peatonal entre Vegueta y Triana

Varias personas cruzan por la carretera del centro, a la altura del antiguo puente de palo. | | ANDRÉS CRUZ

Varias personas cruzan por la carretera del centro, a la altura del antiguo puente de palo. | | ANDRÉS CRUZ / José A. Luján

José A. Luján

José A. Luján

Las diversas reflexiones que han ido surgiendo en torno a la actuación sobre el histórico barranco Guiniguada en el tramo en que colindan los barrios de Vegueta y Triana, es decir, entre el Pambaso y la desembocadura en el mar, son prueba del sentimiento que existe en la memoria urbana de parte de la ciudadanía.

El reciente artículo (Barranco de Guiniguada: la naturaleza también habla), publicado en este mismo periódico (9-X-23) y firmado por el decano de la Demarcación de Las Palmas del Colegio de Ingenieros de Caminos Canales y Puertos, nos ha llenado de inquietud. Cada quien puede esgrimir sus opiniones y lanzarlas a los cuatro vientos, pero las titulaciones no otorgan suficiente acierto sobre los temas que ahora mismo están en el candelero de una parte de la opinión pública de la ciudad.

La inquietud personal nos ha llegado a causar cierto temor, y esa es la razón por la que, como ciudadano y vecino de Triana, hoy queremos exponer nuestro planteamiento al respecto.

La naturaleza también habla parece un texto para su consideración 50 años atrás. Desde la parte facultativa se recuerdan las «avenidas de los años 20, de los años 40 y de los años 50, con inundaciones en los barrios de Vegueta y Triana, causando grandes desperfectos en el Puente de Palo».

Durante el tiempo transcurrido en que se produce la cubrición del barranco y la actualidad, con estudios en gabinetes especializados, hay varias actuaciones que no se exponen en el argumentario del artículo y que se han convertido en correctores progresivos que superan las imprevisibles acciones de la naturaleza en aquellos años.

En primer lugar, el acceso a la zona centro de la isla se ha logrado con bastante acierto mediante dos soluciones, en doble sentido: a) La construcción del túnel de San José, que supone vencer a la propia naturaleza, horadando la montaña, y b) La prolongación de la calle Primero de Mayo a la altura del Pambaso, además de la incorporación a Primero de Mayo del tráfico proveniente del desvío de la carretera del Centro, frente al rectorado de la ULPGC.

El problema que se obvia en el análisis del ingeniero es que se deja al margen el ‘efecto bañera’ que se produjo con la construcción de la Ciudad del Mar, no sólo en la desembocadura del barranco Guiniguada, sino en el frontispicio de la ciudad que abarca desde el Barranquillo de Don Zoilo hasta la zona de San Cristóbal. Los promotores optaron por subir el nivel de la rasante de la Avenida Marítima para beneficio de los solares resultantes del relleno para garantizar la cimentación de los nuevos edificios de la franja Venegas-Rafael Cabrera. Cuando en contadas ocasiones la naturaleza ha hablado a causa de las riadas, las inundaciones se producían sin alternativas. Podemos recordar el popularmente conocido como El Hoyo, donde luego se construyó la estación de guaguas, o la zona de la Fuente Luminosa y los edificios de Usos Múltiples, convertida en una auténtica laguna cuando le daba por llover en esta ciudad.

Los estudios que se realizaron para simular el proceso de dinámica hidrológica, en momentos puntuales, pudieron haber contemplado desde un principio el ‘efecto bañera’, problema creado por la masa crítica de los técnicos que asesoraron la creación de la Ciudad del Mar, con el asentimiento de la municipalidad. Posteriormente, y ante los repetidos fenómenos de inundaciones no temerarias, hubo que construir un colector que arrancara desde el Barranquillo de don Zoilo hasta el Muelle de Las Palmas donde desemboca el barranquillo que proviene de Los Tarahales y zonas aledañas.

La inundación de la parte baja de Triana estaba cantada. Y concretamente, la desembocadura del Guiniguada a la altura de la Plaza de Mercado, con la muy perceptible subida de la rasante de aquella zona, dejó la fachada del histórico Mercado de Vegueta oculta casi al 40 %.

La corrección del ‘efecto bañera’, como página ocasional de fuertes precipitaciones, se ha de pagar ahora con la actuación en el cauce del Guiniguada desde La Matula, Jardín Canario, Los Barrancos o cauce de Lomo Apolinario, la Bajada de San Roque, haciendo las desviaciones hacia la vertiente de San Lorenzo, mediante túneles o colectores de mediana longitud. También podría crearse la prolongación hasta la costa de Hoya de La Plata, lo que aliviaría la concentración del caudal en la zona de El Terrero.

No debemos de pensar que la pluviometría se concentra en la línea base del Guiniguada en toda la extensión lineal, desde las cumbres de Las Lagunetas, a 1850 metros sobre el nivel del mar, hasta la hermosura de Vegueta como barrio fundacional y el motor de Triana como barrio comercial. El Guiniguada es un barranco plural en sus anexos receptivos, y no deberíamos crear ni sentir inquietud como fenómeno geográfico, en esta época histórica en que las actuaciones técnicas se pueden convertir en cañas halagüeñas y no en lanzas temerarias.

La construcción de la Ciudad del Mar trajo consigo las consecuencias que ahora nos atemorizan. Sin embargo, estas actuaciones deben seguir manteniéndose de tal manera que no dificulten la conexión peatonal de los barrios de Triana–Vegueta, conservando parte de la cubrición y sin la nostalgia de volver a recrear los puentes de nuestra memoria.

Si la naturaleza habla, debemos de estar precavidos, además de las soluciones mencionadas, domeñando a la propia naturaleza con la construcción de contenciones de mediana altura en el cauce que conduce a la mar. Los defensores de la biodiversidad tendríamos razones para estar agradecidos.