Opinión | Retiro lo escrito

Tarife en silla de pista

Carlos Tarife (PP). | |

Carlos Tarife (PP). | | / ANDRÉS GUTIÉRREZ

Cuando se debe tomar una decisión heroica, por peligrosa y dura que sea, se toma, y en paz. Eso es lo que habrá pensado el primer teniente de alcalde del ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, Calos Tarife, para resolver un problema que le encocora hace tiempo: la acumulación de basura en los puestos de recogida. La gente no solo llena con sus deshechos los enormes contenedores, sino que sigue amontonando desperdicios en los alrededores, y así llegamos a una aportación al pop art en nuestra querida capital: los montículos apestosos de asquerosidades coronados por pintorescas nubes de mosca. Acaso alguien debería señalarle al héroe que tal vez la empresa contratada para la recogida de basura no esté haciendo perfectamente su trabajo. Que algunos de los 28 «puntos críticos» que ha registrado el concejal te encuentras que el contenedor dedicado a los plásticos está rebosando ya de basura pero que has bajado a la calle a las diez de la noche con una bolsa repleta y no vas a volver a llevártela a casa. ¿Cuánto tiempo? ¿Dos días? ¿Tres? Porque en Santa Cruz – algo que se le olvida comentar a Tarife – los camiones de la basura se pasan días sin acercarse a los puestos de recogida del centro de la ciudad. Los contenedores están a reventar y ya no admiten ni un bolletín de cerveza más y las basuras, en efecto, ocupan parte de la acera y emiten su hedor por toda la calle. Capital del Atlántico.

Lo que se le ha ocurrido a Tarife para acabar con esta situación es acercarse en carne mortal a los contenedores con una silla –imagino que bajita, porque podría resbalarse, caer y hacerse daño – y sentarse, como quizás tomaba asiento Jerjes, y desde allí vigilar cuidadosamente el comportamientos de los chicharreros y afearles la conducta si se les ocurre amontonar la basura indebidamente. Es una medida innovadora y luminosa, no hay duda, pero tal vez excesivamente optimista y utópica. Optimista porque cabe suponer que la inmensa mayoría de los santacruceros no tienen puñetera idea del rostro del señor Tarife. Yo mismo no recuerdo sus facciones. Una vez, en una foto de una campaña electoral, lo ví con un rotundo falo de plástico en la mano, pero comprenderán que en esa ocasión no me fijé en sus ojos. La gente observaría como un señor enteco y bajito se plantaba con una silla de tijera junto al contenedor de productos orgánicos, pongamos por caso, y comenzaba a darles la turra con el ceño fruncido y moviendo unas manitas de cura. O lo mandan al carajo o llaman al Hospital Psiquiátrico. Utópica porque, al ser tan novedosa, este metodología, entre lo pedagógico, lo policial y lo chivato, se antoja difícilmente materializable. Son 28 los puntos de recogida calificado como «críticos». ¿Cuánto tiempo pasaría Tarife en cada uno? ¿Diez minutos? ¿Media hora? ¿Hasta que vomite? Por cierto, ¿los visitaría todos a diario? ¿Llevaría siempre la misma silla o si tiene éxito la cosa pasaría a utilizar una Luis XV? ¿Se pondría mascarilla? ¿No corre la ciudad el riesgo de desmoronarse si el concejal no le presta toda su paternal atención minuto a minuto?

--Oye, que vamos a empezar a empichar la calle…

--De eso nada. El señor teniente de alcalde está vigilando los contenedores de basuras de Añaza hasta el mediodía, así que cálmate y deja de alborotar, rojo, más que rojo.

También alimenta el asombro la asistencia de dos o tres inspectores sanitarios que acompañarán a Tarife como los pajes del embajador de los Reyes Magos. ¿Pondrán multas? ¿Sostendrán una sombrilla para que al concejal no lo queme el sol? ¿Agitarán un pay-pay? ¿Regalarán reproducciones en miniatura del Monumento a Franco a los buenos ciudadanos? Yo no me atrevo a proponerle al teniente de alcalde una solución loca: que la empresa concesionaria encargada de la recogida de basuras asuma hacer más recorridos y recoger más basura y, de paso, limpiar a fondo y desinfectar los contenedores y las zonas donde están instalados. No quiero que le estalle la cabeza a nadie.

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