Opinión | Volando bajito

Y nadie sabía nada

Me pregunto cómo hoy alguien se atreve a maltratar a una mujer y seguir su vida en una falsa realidad, una mentira

Sede de Fábrica La Isleta, en El Cardón, en el barrio de Las Torres.

Sede de Fábrica La Isleta, en El Cardón, en el barrio de Las Torres. / LP/DLP

No sé qué me sorprende más. Si la impunidad con la que durante años José Alberto Medina, pianista y programador de la Fábrica de La Isleta, abusó de su poder hasta maltratar a mujeres como quien se bebe un vaso de agua o la ceguera de los políticos a los que cautivó hasta vivir de subvenciones millonarias, vetando y amenazando a las que osaban poner freno a sus intenciones o simplemente huían de su lado. Nadie sabía nada, nadie hurgó en la vida de Medina ni en sus antecedentes judiciales como maltratador. Las sentencias firmes que lograron dos mujeres denunciantes dejan huellas en los juzgados.

Las administraciones con una llamada tienen acceso a toda la información que deseen, tuya y mía. Y si hablamos de violencia de género, más aún. Ya es tremendo y doloroso que el proyecto cultural La Fábrica de La Isleta esté en crisis por haber salido a la luz que Medina, dueño y señor de ese espacio, no contó con la valentía de seis mujeres relatando el infierno de maltrato físico y psíquico al que las sometió y que silenciaron por miedo a su violencia. Me pregunto cómo hoy alguien se atreve a maltratar a una mujer y seguir su vida en una falsa realidad, una mentira. La soberbia le ha impedido a Medina pedir perdón al Cabildo, Ayuntamiento o Ministerio, instituciones que subvencionaron generosamente durante años sus proyectos.

Termino diciendo que me extraña que nadie, al margen de las agredidas, conociera el grado de agresividad que Medina ejercía con las mujeres de su entorno que tenían proyección artística. Y lo digo porque algunos de los suyos me han contado episodios que vivieron en primera persona de Medina amenazando y vejando a mujeres que una vez amó. Amigos músicos justifican su silencio ante el riesgo a ser condenados al ostracismo. Tenía mucho poder y el pianista ha segado su futuro.