La cafetería centenaria de San Telmo

Rafael Massanet diseñó en 1923 el quiosco del entonces parque Cervantes, una de sus obras cumbre y una joya del modernismo en las Islas por su exquisita decoración

El café centenario del quiosco de San Telmo.

El café centenario del quiosco de San Telmo. / Juan Castro

A principios del siglo XX la llegada del automóvil a Gran Canaria revolucionó el transporte insular. Los conocidos como coches de hora facilitaron las comunicaciones entre las distintas poblaciones y dieron una alternativa a los carruajes que entonces daban su servicio por las precarias carreteras de la Isla. La parada principal en Las Palmas de Gran Canaria estaba fijada en un lateral del parque San Telmo, en la esquina de Bravo Murillo con León y Castillo -de donde años antes salían los carruajes-. Para aguantar un viaje que se aventuraba tedioso en muchas ocasiones, ¿qué puede haber mejor que echarse un buchito de algo? Bajo esa premisa alguien tuvo la fina idea de crear un quiosco junto a aquella rudimentaria estación que hasta contaba con un surtidor de gasolina.

El quiosco modernista de San Telmo, obra del arquitecto alicantino Rafael Massanet i Faus, cumple cien años de historia. El Ayuntamiento capitalino sacó a concurso en 1923 la explotación de los dos quioscos del por aquel entonces parque Cervantes por un valor de 1.800 pesetas anuales -unos 10 euros con 80 céntimos-. Una cantidad muy alejada de los 11.800 euros iniciales de la puja para su concesión en 2015. En la esquina de Bravo Murillo con León y Castillo ya existía un estanco previo, en forma de torreón a ladrillo visto con ventanas apuntadas en estilo neogótico. A su lado le acompañaba uno más pequeño de corte orientalista de la Belle époque que se daba un aire a los que siguen en pie hoy día en la plaza de Las Ranas.

Tras quedar desierto el concurso en primera instancia, según relata la prensa de la época, el gato al agua se lo llevó finalmente Pablo Castellano, por la suma 2.100 pesetas anuales -12,6 euros- para vender bebidas, cigarrillos y otros productos. Corría julio de 1923. El incipiente quiosquero solicitó además permiso para construir unas nuevas instalaciones «en mejores condiciones que los existentes sustituyendo a estos»; eso sí, «siempre que la concesión se le haga por 25 años», tal y como recogía el Diario de Las Palmas en sus páginas.

La construcción del quiosco, que reemplazó a uno anterior, costó 20.000 pesetas de la época, unos 120 euros

Un mes más tarde, el Ayuntamiento autorizó la construcción del nuevo quiosco, por un importe de 20.000 pesetas -120 euros-. Una cantidad cuantiosa para la época -de ahí que solicitara ampliar la concesión- y que da buena muestra de lo elaborado del diseño, con una estructura base completamente forrada por una gran diversidad de azulejos confeccionados en la fábrica Gimeno y Ríos, Manises (Valencia) -cuyos descendientes reprodujeron varias piezas perdidas en la reforma de 2005-.

Con un carácter icónico -lleva presidiendo la esquina del parque San Telmo exactamente un siglo-, el quiosco que diseñó Massanet está considerado como una de las joyas del modernismo en Las Palmas de Gran Canaria, al aunar influencias de los grandes arquitectos de este estilo en España. El inmueble cuenta con una protección integral dentro del catálogo arquitectónico municipal y forma parte del Bien de Interés Cultural (BIC) del barrio de Triana.

Vista del quiosco original del parque San Telmo hacia 1910.

Vista del quiosco original del parque San Telmo hacia 1910. / E. Fernando Baena / Fedac

De planta octogonal y lados desiguales alternados, el inmueble resalta por el despiece de cerámica que cubre todo su exterior, incluida la cúpula. Estos azulejos valencianos conforman un conjunto de fondo azul continuo en el que se disponen motivos florales, algunos de ellos en relieve, escudos o guirnaldas.

Las vidrieras emplomadas son otro elemento característico y de gran valor artístico del edificio. Estas fueron confeccionadas en la reconocida firma Casa Maumejean, de origen francés aunque con fábricas en España desde finales del siglo XIX. Además de obras notables en ambos países, son los mismos que confeccionaron los vitrales de la basílica de Arucas.

Mirallave lo define «como un cofre donde encontrar un resumen de las lecciones que Massanet aprendió»

El quiosco, con su exquisita decoración, hizo así las veces de cafetería de estación durante décadas, el mismo tiempo que los coches de hora siguieron parando en el lateral del parque. De hecho, en cuatro de sus lados los azulejos incluyen las palabras Helados, Cerveza, Café y Refrescos. Se trata de una de las obras cumbre de Rafael Massanet, arquitecto-jefe municipal desde 1918, junto con el Gabinete Literario -trabajo consensuado con su suegro Fernando Navarro, destacado arquitecto-.

En Arquitectura y urbanismo en la era del modernismo en Las Palmas de Gran Canaria, Vicente Mirallave Izquierdo, profesor titular del departamento de Arte, Ciudad y Territorio de la ULPGC, define el quiosco «como un pequeño cofre donde encontrar un resumen de las lecciones que el arquitecto [Massanet] aprendió de sus maestros continentales».

De Domènech a Palacios

Según relata el experto, la influencia del valenciano Demetrio Ribes -autor de la estación de tren del Norte, en Valencia- se refleja en los motivos cerámicos frutales dipuestos en relieve de la cornisa y en el diseño de interiores, donde «destaca los valores de lo local». Del célebre Lluis Domènech i Montaner -de cuya mente surgió el Palau de la Música Catalana, Patrimonio Mundial-, Massanet toma de inspiración «el arte vitral con motivos informativos y florales», tanto en los huecos de la fachada principal como en la vidriada del cuerpo trasero. 

Otro de los elementos característicos del quiosco de San Telmo, son los voladizos metálicos laterales -los actuales son reproducciones-. Estos se habrían inspirado en el también valenciano Francisco Mora -autor del ayuntamiento de su ciudad natal- y del gallego Antonio Palacios, entre cuyas obras resalta el diseño del interior del Metro de Madrid -de hecho, la salida recién reproducida en la estación de Gran Vía cuenta con un voladizo similar-.

Quiosco de San Telmo junto a la parada de coches de hora, surtidor incluido, en la década de 1920.

Quiosco de San Telmo junto a la parada de coches de hora, surtidor incluido, en la década de 1920. / Fedac

Además de las ricas influencias del exterior, Mirallave resalta en este mismo trabajo «una sincronía artística de los diversos oficios que, a la manera modernista, se acompañan unificados a la arquitectura en un conjunto armónico». En este sentido, el experto de la ULPGC resalta los motivos vegetales en las molduras de escayola del techo, el mobiliario integrado con la escalera, el pavimento o los tiradores de las puertas.

Mirallave considera que el edificio tiene motivos suficientes para ser considerado BIC con una ficha individual independiente del conjunto histórico del barrio de Triana, «por ser una pieza de gran valor arquitectónico a la que hay que cuidar y mantener siempre en óptimas condiciones».

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