Crónicas de un rompesuelas

El crimen de la habitación 523

Actualmente Chanrai es un edificio de Triana, pero hace casi 70 años fue el protagonista de un crimen

Edificio Chanrai, en la calle Triana de Las Palmas de Gran Canaria

Edificio Chanrai, en la calle Triana de Las Palmas de Gran Canaria / La Provincia

Fabio García

Sentado con un amigo en un terraza de la calle Triana no podíamos evitar escuchar cómo, en las mesas de al lado, todo el mundo, ya fueran viejos o jóvenes, hombres o mujeres, no hacían más que hablar acerca de las últimas noticias sobre el triple asesinato de Morata de Tajuña.

Mi acompañante me señaló que las muchas incógnitas que rodeaban aquel suceso lo habían convertido en algo inusual: en primer lugar que fuera triple, luego que las interfectas hubieran sido víctimas de la estafa del amor, para colmo que el principal sospechoso fuera un pakistaní en paradero desconocido y finalmente que hubiera tanto dinero por medio.

-Creo que hace tiempo que un crimen no levantaba tanta expectación –afirmó.

-Tienes razón, pero las conjeturas que se han generado por este asesinato me han recordado la que originó uno que también tuvo lugar hace sesenta y ocho años, en el que la víctima y no el victimario era otro indostano.

-¿Cuál? –preguntó mi joven amigo.

-El de un súbdito inglés de origen indio, Mulchand Camshamdas Chanrai, degollado en el hotel Ritz de Barcelona.

Tras confesarme que jamás había oído hablar de Chanrai señalé su apellido en el edificio que estaba ante nosotros.

-Durante días, semanas y hasta meses, la prensa local dio tantos detalles de lo ocurrido en aquel hotel de infausto recuerdo que no hizo más que aumentar la inmensa curiosidad que el muerto había despertado en vida en todos los medios sociales de las islas.

-¿Por qué?

-Pues porque Chanrai, uno de los primeros comerciantes hindúes que se establecieron en Canarias, representaba para los isleños un maharajá salido de un cuento de hadas. Era joven, rico, estaba casado con una beldad grancanaria, Esther Santana Déniz, con quien vivía en una mansión del monte Lentiscal en la que celebraban fiestas fastuosas a las que acudía la flor y nata de la sociedad canaria, se paseaba en coches de lujo y poseía tiendas alrededor del mundo, una de ellas la que acabo de señalarte.

-¿Y residía en Las Palmas?

-Sí, pero hoy podía estar aquí y mañana en París, Tánger, El Cairo o haber regresado a su Bombay natal.

-¿Y con qué negociaba?

-Con cualquier cosa, ya fuera pescado o piedras preciosas. Severo con sus socios e indulgente con sus empleados, todo el mundo contaba historias fantásticas acerca del origen de su fortuna, pero nadie lo conocía a ciencia cierta. Por eso, cuando fue asesinado, la imaginación popular lo convirtió de la noche a la mañana en un traficante de armas que desde Marruecos proveía al FLN argelino en su lucha por la independencia. De modo que cuando se anunció la vista de la causa en el Tribunal Superior de Justicia de la ciudad condal, los isleños pensaron que por fin había llegado la hora de que el velo de misterios que rodeaba a aquel enigmático Midas venido de Oriente se levantase. Figúrate que en la novela Calima, de Armas Marcelo, publicada veintidós años después del crimen, un personaje afirma que «el indio tenía muchos secretos y además era el hombre de confianza de toda esta mafia internacional del contrabando».

-¿Cómo lo asesinaron?

-Para alejarse de los negocios había decidido pasar las navidades con su esposa e hijos en el otro extremo de España. Así que alquilaron una habitación en un lujoso hotel del Pirineo catalán y contrataron los servicios de una niñera. En Año Nuevo se instalaron en el Ritz barcelonés y la mañana del día ocho, su esposa acudió a la misa dominical acompañada de sus tres hijos mayores. Mientras ellos salían, un extranjero de aspecto centroeuropeo preguntó en la recepción por su habitación, la 523, y aprovechando que la puerta estaba entreabierta, pues su hijo más pequeño se encontraba en la habitación contigua con la niñera, tan sólo tuvo que empujarla… Chanrai estaba en la cama y al verlo se incorporó para coger el teléfono, pero su inesperado visitante lo atacó con una barra de hierro, le tapó la boca con su almohada y lo degolló con una navaja de afeitar.

-¿Quién halló el cadáver?

-El benjamín, que llamó a la puerta y al no recibir respuesta entró en la habitación y lo encontró sobre la cama bañado en sangre. La policía se movilizó de inmediato y detuvieron al asesino en un tren en dirección a la frontera francesa. Era un ciudadano austriaco, Sigfrid Neuman, que señaló la falta de formalidad de su víctima, a la hora de abonarle una deuda de tres millones, como la causa del crimen. Al parecer se había comprometido a saldarla aquel día, pero cuando se presentó en el hotel se retractó, entablándose una reyerta que desembocó en asesinato.

-Tres millones de pesetas tenía que ser mucho dinero en los años cincuenta, ¿Por qué se los debía?

-Jamás se supo, porque Neuman se limitó a confesar que la víctima y él mantenían negocios de dudosa legalidad sin entrar en detalles, lo cual supuso una decepción generalizada entre la opinión pública que esperaba conocer de una vez por todas el origen de su misteriosa fortuna. Así que todos concluyeron que Neumann se había visto forzado a acatar la ley del silencio que impera en esos círculos a los que supuestamente ambos pertenecían.

-¿Nadie pensó que mentía?

-No creo que mucha, porque Chanrai tenía fama de ser tan generoso con los suyos como cicatero con los extraños, especialmente cuando se trataba de complacer a su esposa, cuya reputación quedó injustamente empañada tras esta historia.

-¿Por qué?

-Porque durante el juicio admitió haber entregado sus joyas al cómplice de Neuman, Rudolph Dobning, con quien mantenía relaciones comerciales a espaldas de su marido.

-¡Qué extraño!

-Dobning era tan amigo de los Chanrai que durante un viaje que realizó a Gran Canaria con su esposa se hospedaron en la casa del monte Lentiscal.

-¡El cómplice del asesino había sido huésped de la víctima!

-Efectivamente, y su esposa le había entregado unas joyas con cuya venta pretendían financiar un negocio de exportación de langostas en el que Chanrai no estaba interesado.

-¿Qué ocurrió con los asesinos?

-Neuman y Dobning fueron hallados culpables. Al primero, como autor material del crimen, se le impuso una condena de treinta años de reclusión mayor, y al segundo, como cómplice, de catorce.

-¿Y el cadáver de Chanrai?

-Duerme el sueño de los justos bajo una discreta lápida de mármol del cementerio de Las Palmas.

-¿Y su viuda?

-Se reunió con su esposo el nueve de agosto del 2006.

-¿Y los cuatro se llevaron sus secretos a la tumba?

-Eso prefieren creer quienes ignoran que su fortuna era fruto de su esfuerzo.

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