Opinión | Utiaca

Salvador Rubio

Desastre inglés

Boris Johnson, ex primer ministro del Reino Unido

Boris Johnson, ex primer ministro del Reino Unido / / AGENCIAS

Inglaterra le llovió de golpe al primer ministro, lo acorraló en Downing Street, le señaló una puerta provisional, la huida hacia adelante, y sufrió el chaparrón como un ciudadano más, sin paraguas que le ayudaran a explicar su aliento de personaje perseguido por la maldición de la historia.

La cosa, con la que él ahora tiene que ver, aunque entonces fuera un novato que miraba el aire desde los símbolos, comenzó cuando a su ministro de Exteriores James Cameron se le ocurrió poner a Gran Bretaña enfrente de Europa, lanzó el Reino Unido a una jincana llena de malevolencia y de mentiras, para sacar de un lugar seguro a un país que se había acostumbrado a ser menos insular.

El desastre inglés no se hizo esperar. Aun recuerdo aquel día de verano cuando empezó la campaña contra Europa. Yo venía de Oxford, de encontrarme con antiguos compañeros de trabajo, mirábamos en las riberas del tren las diatribas de los partidarios de abandonar el continente, asomaba Boris Johnson en la BBC como un bufón preTrump, haciéndose el gracioso sin caer en gracia, mintiendo como en España también sabemos, tratando de explicar que el paraíso está en la otra esquina, es decir, en la esquina de la soledad.

Este país del que soy ciudadano reticente, es decir, ciudadano sin nacionalidad, una especie de prófugo de la Europa que aquí añoro, se puso a soñar con un disparate. La independencia del continente era una utopía, el mundo de hoy no puede prescindir de alianzas múltiples, la soledad es un bicho malo, lo sabemos en España, hasta en Canarias lo sabemos, se sabe en la Argentina que ahora sufre el mal sueño de ese bobaina que tienen de presidente, y se sabe en la Inglaterra en la que diluvia para castigar al primer ministro que se ha quedado atónito, gélido, al ver que ni la lluvia lo respeta.

God save the King.