La UD Las Palmas debe mirarse más el ombligo

Mientras García Pimienta pone el foco en los detalles, cabe la reflexión de si hay en el plantel el talento y la experiencia para una forma de jugar tan definida como captada por los rivales

La UD volvió a perder en su segunda salida este curso y evidenció un retroceso en su juego con respecto al partido anterior. La falta de gol, unida a varios errores defensivos, han impedido al equipo sumar más, pero no son los únicos motivos: mientras García Pimienta pone el foco en los detalles, quizá tenga que ampliarlo y reflexionar sobre si una manera tan concreta de jugar, con la plantilla que tiene, conviene siempre.

Cuando un partido puede caer de cualquier lado, tal y como reconoció Xavi García Pimienta tras la derrota de su equipo en Gerona (1-0), algo salió mal. Bien por culpa de él mismo o bien de los jugadores, pero al menos una parte del plan no se ejecutó de la forma correcta. Puede que los dos conjuntos hubiesen estado tan bien, o tan mal, que el ganador pudiese resultar anecdótico, pero ayer no fue el caso, por mucho que Míchel reconociera haber temido la derrota durante «muchos minutos»: La UD Las Palmas, que había mostrado una versión magnífica en la primera parte frente a la Real Sociedad, lejos de continuar su progresión dio un paso atrás y dejó peores sensaciones que la semana anterior. No vale la excusa del fallo de un mano a mano nada más empezar el partido ni de un cabezazo a bocajarro en la segunda parte para justificar el bajón de los amarillos, que sólo dominaron de manera real durante un tramo tras la reanudación.

Nada nuevo en cuanto a las explicaciones, ya que el entrenador de la UD acostumbra a maximizar lo bueno y minimizar lo malo en un ejercicio de protección en exceso a los suyos –o a sí mismo– que tan poco le ayuda ante la opinión pública, mucho más crítica que él con la actuación del equipo en las cuatro primeras jornadas.

La realidad de la competición revela que Las Palmas sólo ha marcado un gol, ninguno en jugada –Jonathan Viera marcó de penalti–, y que ha recibido tres, y si bien es cierto que en el partido anterior mereció alguno, y quizá otro en Montilivi por la claridad de sus dos oportunidades, pudo haber encajado varios más no en dos, sino en los cuatro encuentros que ha disputado hasta ahora. A estas alturas tan cortas del curso Álvaro Valles –y el VAR, ayer– ya ha salvado demasiado al cuadro amarillo y eso es un mal síntoma en un equipo, además, que ha necesitado 2.151 pases para lograr un tanto de penalti. Un promedio desgarrador y muy lejos del resto de clubes.

Puede, por tanto, que el foco que García Pimienta trata de poner en detalles como el acierto de cara a gol en un momento determinado, o un error que cueste un tanto en contra, como el de Portu, haya que apuntalo hacia algo mucho más amplio el estilo de juego innegociable, la defensa a ultranza de una forma de jugar que quizá –sólo quizá, no vaya a ser– en ocasiones no sea válido. Es un mérito saber a lo que uno juega, pero uno mayor es saber cómo gestionar cada instante de un partido.

Y por eso la apuesta por una determinada manera de hacer las cosas cuando es posible que no exista en la plantilla el talento o el oxígeno suficientes para ejecutarla en la máxima categoría –sí, Las Palmas ya no juega en Segunda, sino en Primera– puede que a veces sea contraproducente. El juego de toque y aceleración necesita de una precisión, una velocidad, y una pausa que se le presumen a los futbolistas de la UD, pero que no todos tienen. La reflexión corresponde tanto al entrenador como a la dirección deportiva, creadores conjuntos –García Pimienta tajo a Mika Mármol, Munir y Marc Cardona, entre otros– de un plantel que por ahora no ha logrado resultados, seguramente también porque esto de la Primera División coge a muchos sin experiencia alguna en la élite.

El dato es revelador: del once de ayer en Montilivi, sólo Jonathan Viera y Munir había jugado en la máxima categoría antes de la presente temporada. Por eso es posible que convenga que García Pimienta defienda menos el estilo de juego y más a los futbolistas, a los que debe sacar su mejor versión; es su obligación. Ayer, por ejemplo, no era un partido para Kirian, sobrepasado en el mediocentro. Era previsible que pasara en algún momento. Una mirada al ombligo convendría a todos. En la versatilidad puede estar la virtud.

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