Desde la ciudad Arzobispal (XXII)

Don Francisco Yánez Ortega y su devoción a San Ignacio de Loyola

Corría el año de 1650 cuando el 22 de abril nace, en la ciudad de Telde, Francisco Yánez Ortega, uno de los vástagos del matrimonio formado por Francisco Yánez Perdomo y Beatriz Ortega Sánchez Herreruelo. Esta pareja procedía de la localidad tinerfeña de Los Realejos, habiéndose asentado aquí unos cuantos años antes.

A decir de sus biógrafos, Francisco fue niño y joven despierto, extremadamente devoto y proclive a las cuestiones religiosas. La más que desahogada economía familiar le permitió una esmerada educación, tanto en su ciudad natal como, con posterioridad, en el seminario. Fue en este último centro en donde logró las más altas calificaciones, lo que le permitió premios especiales y aplausos unánimes de sus profesores y condiscípulos. Al terminar sus estudios y ya siendo sacerdote, dedicó buena parte de su tiempo a la labor pastoral, sin abandonar la Teología, Filosofía y Derecho Canónico.

Así fue como ganó el Beneficiado de la Parroquia Matriz teldense de San Juan Bautista, una de las más importantes y renombradas de la Diócesis de Canarias. En ella permaneció desde 1683 a 1708, treinta años en los que llevó a cabo una extensa y profunda labor reflejada en la terminación de muchas obras para mejorar el aspecto general del templo. Su sobresaliente oratoria y el celo que ponía en su trabajo sacerdotal, pronto le ganó fama, trascendiendo esta a los límites de la Isla. Ya mayor, fue premiado con el nombramiento de Maestrescuela Dignidad de la Santa Iglesia Basílica Catedral de Canarias. Nueve años antes de abandonar su parroquia por la que tanto había luchado, le pide al Obispo de esta Diócesis permiso para erigir una nueva capilla en el costado izquierdo de la Iglesia Parroquial de San Juan Bautista que, terminada en 1699, dedicó a San Ignacio de Loyola, del que se sentía indigno hijo.

En el subsuelo de esta mandó a realizar una sepultura de bóveda para ahí colocar los restos mortuorios de sus padres y también de su hermano don Sebastián, que había sido cura párroco en Fuerteventura. Y sobre ella colocó diferentes laudas sepulcrales bellamente decoradas y en las que se pueden leer muchos de los datos aquí aportados. Sin duda alguna es esta capilla la más espectacular existente en la actual Basílica Menor. Sus techos extraordinariamente realizados en tea del país lucen un complicado artesonado que muestra la habilidad de los carpinteros teldenses. Unos grandes lienzos del palmero Silva, representan a las cuatro columnas espirituales de los jesuitas: San Estanislao de Koska, San Luis Gonzaga, San Francisco Javier y San Francisco de Borja. Y en el ático de su retablo de piedra sobre dorada, un pequeño cuadro de Quintana, aludiendo al abrazo místico entre Santo Domingo de Guzmán y San Francisco de Asís.

Francisco Yánez Ortega falleció en Las Palmas de Gran Canaria en 1728, cuando contaba con 78 años de edad, dejando testamento en el que ruega que su cuerpo sea trasladado también a su capilla teldense para descansar junto a sus familiares.

En los 20 años que sirvió con verdadera pasión en el Gobierno Catedral, dejaría honda huella en el mismo, destacando lo diligente de su cuerpo y pacificador de su espíritu. Destacan sus coetáneos el celo que ponía en todo aquello que emprendía, la perseverancia en los asuntos que trataba y la pulcritud extrema de sus liturgias. Promovió las devociones marianas y la veneración a la imagen del Santo Cristo de Telde, así como a San Ignacio de Loyola, al que admiraba y seguía a pesar de no ser miembro de la Compañía de Jesús. Activó sobremanera los llamados Ejercicios Espirituales de los que San Ignacio fue iniciador. Dejó tras sí una estela de gran sacerdote e intelectual, donando al seminario toda su bien nutrida biblioteca.

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