Crónicas de un rompesuelas

Nuevo nueve

La mansión más impresionante de la calle Peregrina es la primera de esta ciudad cuya fachada señala su inicio y final

Los dos números que se muestran en la fachada del número 9 de la calle Peregrina de Las Palmas de Gran Canaria.  |

Los dos números que se muestran en la fachada del número 9 de la calle Peregrina de Las Palmas de Gran Canaria. | / José Carlos Guerra

Hacía meses que el vigía del puerto de San Telmo no avistaba un buque de la Península. Así que pronto, aquella llegada se convirtió en un acontecimiento en toda la ciudad aún antes de conocerse los nombres de sus ilustres tripulantes.

Muchos acudieron al muelle esperando que el capitán trajese consigo alguna epístola enviada por sus familiares, otros anhelaban oír noticias de los gravísimos acontecimientos que agitaban Francia y estremecían Europa, pero la mayoría de los allí presentes tan sólo pretendía satisfacer su curiosidad.

Ante la sorpresa general, cuando desde el barco colocaron la pasarela sobre el muelle, quien primero descendió solemnemente por ella no fue el capitán sino un eclesiástico cuyas vestiduras lo identificaban como Antonio Tavira y Almazán, el nuevo obispo que la diócesis llevaba largo tiempo esperando, seguido de su comensal.

De inmediato el corregidor, Vicente Cano, se dirigió a recibirlo con los debidos honores, mientras su comensal los dejaba para dirigirse hacia la calle mayor de Triana.

Su naturalidad demostraba que a diferencia de su superior conocía Las Palmas, no en vano, parte de su familia, oriunda de Tenerife, vivía allí, pero en vez de visitarlos se encaminó hasta la calle del Gotardo, que muchos empezaban a llamar de los malteses en virtud de los numerosos comerciantes, originarios de dicha isla, instalados allí.

Comenzó a subir por la citada vía y antes de llegar al convento de los franciscanos dobló por la calle Peregrina flanqueando una obra, a su derecha, que examinó con curiosidad para seguir andando hasta alcanzar la casa de Antonio Betancourt en cuya puerta dio un par de golpes secos, seguidos, tras una breve pausa, de otros dos.

Cuando Antonio oyó aquella inconfundible manera de llamar, que con el tiempo había acabado convirtiéndose en una especie de contraseña, fue corriendo a abrir, y tal como esperaba, ante su puerta se encontraba el primer catedrático de hebreo de los Reales Estudios de San Isidro de Madrid, consejero de Campomanes, defensor incansable de la universidad grancanaria, diputado del Cabildo Catedralicio, amigo de Viera y Clavijo y sobre todo de él.

-¡Agustín, por fin has vuelto! –exclamó con júbilo al ver que había logrado abandonar sus tediosas funciones en la capital del reino.

Tras conversar un buen rato en su salón, el comensal del obispo le dijo con tono recriminatorio:

-Acabo de ver que la obra apenas está comenzada, ¿cómo es posible estando ya a 30 de noviembre de 1791?

-Bueno, es que va a resultar mucho más cara de lo que calculé, así que debo hacer acopio del dinero suficiente para poder financiar su construcción.

-Lo mismo dijiste cuando tardaste seis años en derribar la edificación que ocupaba el solar.

-¿Y acaso mentí?

-No, pero no esgrimas el viejo tópico del vil metal como excusa, sabes bien que si la Contaduría de la Catedral no te hubiese concedido el préstamo no hubieses podido comprarla.

-Es cierto, disculpa.

-¿Cuánto tiempo crees que tardarás en terminarla?

-No lo sé, pero mucho más del que pensaba.

-¿Siete años?

-Ya me gustaría.

-¿Qué altura tendrá?

-Once varas aproximadamente.

-¡Algo más de nueve metros!, perfecto, entonces puede dilatarse dos años más.

-¿Metros? –preguntó Antonio–, ¿qué es eso?

-Una medida de longitud que acaban de crear los franceses con el encomiable propósito de sustituir al resto. Aún se desconoce en estas tierras, pero poco a poco acabará imponiéndose sobre las demás.

-Nueve años quizás sean demasiados.

-¿Por qué? Salomón tardó veinte años en construir su templo.

-No creo que el cielo me de tanta vida.

-Ni a mí, pero lo importante es que la casa hable. Así que a la misma altura que los cinco nombres de la Sagrada Familia, pero en sus extremos, deberás grabar otras dos inscripciones: 1790 y 1799.

-¿A qué te refieres?

-A que en su extremo norte mandarás cincelar el año de inicio de las obras y en el extremo sur el de su finalización.

Antonio estaba tan impresionado que era incapaz de articular palabra, pero en aquel momento señaló,

-¿Qué indicarán esas fechas?

-Que su construcción duró lo que debía durar, como la del Partenón.

-¿Tardaron nueve años en construirlo?, ¡pues entonces los atenienses se lo tomaron con mucha calma, tal vez demasiada! ¿o es que también se quedaron sin fondos nada más comenzar la obra?

-Por favor, Agustín, parece mentira en un genio de los números como tú, ¿acaso crees que cuando las Sagradas Escrituras afirman que el éxodo duró cuarenta años o que Matusalén vivió novecientos sesenta y nueve años lo hacen en sentido literal? Todos los números poseen un significado oculto, como el que llevará tu nueva casa.

Antonio no se atrevió a discutir con aquel ilustrado, perseguido por la Inquisición y seguidor del humanista Benito Arias Montano, primer bibliotecario del Escorial, cuyas obras había osado guardar en su amplia biblioteca pese a estar prohibidas por el Santo Oficio que en consecuencia acabó requisándolas. Pero finalmente dijo:

-Vale, ¿pero conoces alguna otra casa cuya fachada señale cuando se comenzó a construir y cuando se concluyó?

-Aquí no.

-Entonces cuando la acabe extrañará a mis clientes, lo cual no suele ser bueno para los negocios.

-Eso es lo de menos, porque ambas cifras, como los cinco nombres que aparecerán en la fachada, junto a los cuatro balcones y las seis ventanas poseen otro significado que va más allá del aparente.

-¿Cuál?

-Al ser el último número de una sola cifra, el nueve simboliza el paso a otro nivel. Por eso en tantos idiomas los vocablos nueve y nuevo son muy similares, cuando no idénticos.

Antonio no se molestó en averiguar si estaba en lo cierto, pues Agustín Madan era un insigne políglota que dominaba tantas lenguas, vivas y muertas, que se rumoreaba que como los apóstoles poseía el don de hablarlas todas.

-¿A qué se debe esa semejanza?

-Entre otras cosas a que casi toda la humanidad ha permanecido la misma cantidad de meses en el vientre materno. Por eso el nueve juega un papel fundamental en los ritos de iniciación de gran parte del planeta. Por ejemplo, en nuestra fe, es el numero de la transición del hombre más importante que ha pasado por este valle de lágrimas.

-¿Jesucristo?

-Quien según los Evangelios murió a la hora novena. Por eso, si para alcanzar los nueve metros de altura la construcción tiene que demorarse nueve años, debes aprovechar esa coincidencia para grabar dicha cifra en la fachada y de ese modo transmitir a los versados en la interpretación simbólica de las Sagradas Escrituras algo que para el resto pasará desapercibido.

-¿Puedo saber qué es lo que significa realmente?

-Tienes el mismo derecho a preguntar que yo a guardar silencio, pero ya lo averiguarás a su debido tiempo.

Nada más decir aquello Agustín se incorporó y abandonó la casa de su anfitrión despidiéndose con una carcajada tan malévola que Antonio no supo si su amigo había tenido uno de esos episodios de locura transitoria que tan a menudo afectaban a su madre o si, como algunos de sus desdichados hermanos, había acabado perdiendo totalmente el juicio, pues los Madan eran una familia irlandesa en la que casi todos sus miembros enloquecían hasta el punto de que algunos habían acabado enjaulados. Por eso se consoló recordando que, como escribió San Pablo, “la sabiduría de este mundo es locura a ojos de Dios” esperando que no tardase en llegar el día en el que alcanzara a comprender el sentido de lo que el comensal del obispo acababa de prescribirle. (CONTINUARÁ)

Suscríbete para seguir leyendo