Literatura | Día del Libro

Notas, tinta y tiros, Alexis Ravelo ilumina el Día del Libro en su ciudad

Amistades y lectores conmemoran su figura en los alrededores del Teatro Pérez Galdós con varias actividades llenas de música y literatura

Día del libro: homenaje a Alexis Ravelo

C. E. P.

Una mañana limpia, de cielo azul y ánimo cálido iluminaba la capital grancanaria el 23 de abril. Un Día del Libro que suele pasar sin pena ni gloria por estos lares y que, de repente, reunió a un puñado de acólitos de la literatura entrelazados por una unión inquebrantable: el recuerdo del escritor de novela negra Alexis Ravelo, fallecido el pasado 30 de enero. El Teatro Pérez Galdós se puso sus mejores galas, los aviones trajeron a las amistades de lejos y los lectores se congregaron alrededor de los puestos que, en la plaza Stagno, con música, comida y libros, celebraron su legado al grito de "¡Lean, carajo!".

Piazzolla le escribió Adiós, Nonino a su padre como despedida, y el cuarteto Ornati, con Santiago Cimadevilla al bandoneón, abrió el acto con la respiración contenida. Entonces, un texto escrito por Ravelo hace tiempo con motivo del Día del Libro y del Derecho de Autor recordó que aquello que vivían hoy, tan manoseado y provechoso para centros comerciales, informativos y políticos que pasean con un libro bajo el brazo una vez al año, es, en realidad, la festividad de aquellos que cada día confían en sus bibliotecas y libreros, comparten en cualquier esquina de pasada o café comentarios de los últimos capítulos y se saben, lejos del banal ruido, "miembros de una misma secta, comandos de una misma guerrilla, esa que sabe que un libro es una trinchera, una barricada, una atalaya de francotiradores refractarios a la impostura".

Lectura a viva voz

Antes, durante la mañana, los actores Andrea Zoghbi y Adrián Torrijos le habían contado a los más pequeños las aventuras de Casilda y el dragón, el Gallo Tuerto y Enriqueta, mientras el ilustrador Alberto Hernández iba dándole vida a sus relatos a través del dibujo, como parte de ese universo literario en el que tuvo cabida la curiosidad y la imaginación infantil. Al mediodía, el telón dio paso a un enjambre de sillas coronadas por el cartel del antiguo Cuasquías, donde Ravelo, tras la barra, escuchaba historias que lo inspirarían. El montaje, a cargo de Mario Vega, reverberó con las armonías que Cristóbal Montesdeoca, sentado al piano, trazaba después de marcar la entrada al bajista Nelson Saavedra, al batería Takeo Takahasi, al saxofonista José Ángel Vera y a la hermosa voz de Cristina Santana.

Entre el azul y el violáceo, apareció Antonio Becerra. El profesor universitario y amigo íntimo del oriundo del barrio de Escaleritas eligió la primera de sus novelas, Tres funerales para Eladio Monroy, con la que cambiaría todo, para dar comienzo a la primera parte de la cita que fue recreando la trayectoria literaria del autor con lecturas y breves acotaciones guiadas por el periodista José Luis Ibáñez. Delante del micrófono, casi como una liturgia en la que solo valía la palabra creativa como vía de liberación, pasaron, tanto en grabaciones de vídeo como de cuerpo presente, Jon Arretxe, Alicia Llarena, Carlos Zanón —que susurró a la cámara, casi en secreto, "te echo mucho de menos, Alexis"—, Carlos Bassas del Rey, Elsa López y Rosa Ribas, cabalgaron por La estrategia del pequinés, La última tumba, La noche de piedra, La vida de Ned Blackbird y La ceguera del cangrejo.

Extractos que hablaban de su maestría para convertir los lugares comunes en paisajes reconocibles, personajes que intentan sobrevivir a pesar de las calamidades y que reflejan, casualidad o no, la realidad circundante de un tiempo tan convulso. Los pasajes iban siendo salpicados por las notas de Nowhere, Put the blame on maine, Afiches o Gymnopédie n.º 1, interpretada por José Luis Castillo. Piezas que eran coladas en las tramas de sus libros para convertirse en una especie de cartografía cultural de la que él había bebido y tanto ansiaba compartir.

Como un suspiro, llegó la segunda parte con la recreación del encuentro Letras a tiros que tuvo su origen en el Festival Aridane Criminal, del que fue director durante sus tres ediciones en La Palma. Entonces, Carlos Álvarez ocupó la butaca y volvió a unir el origen del género negro con el jazz, la chanson française, los inicios de este estilo en España, nombrando a tantos autores que fueron referencia para Ravelo. Para ello, Víctor del Árbol, Eduardo García Rojas, Marta Marne, Carmen J. Nieto, Javier Rivero, Juan García Luján, Claudia Piñeiro, Ángeles Jurado, Paco Sánchez y Esther García Llovett hicieron los honores.   

El público, tan dispar, llenó las butacas y, expectante, veía lo que ocurría sobre el escenario, tal vez con el sueño de que, con autoengaño e ilusión a partes iguales, en algún momento apareciera entre las bambalinas el escribidor con su risa jocosa. Entre ellos, estaba el presidente autonómico, Ángel Víctor Torres, la consejera de Derechos Sociales, Noemí Santana, el viceconsejero de Cultura, Juan Márquez, el director general de Cultura, Rubén Pérez, el presidente del Cabildo de Gran Canaria, Antonio Morales y la consejera de Cultura, Guacimara Medina. Pero, a pesar de las cámaras momentáneas, la atención estaba puesta en la literatura.

Música y libros al sol

"Ahora toca brindar por Alexis y celebrar la vida con eso tan suyo que era: ¡Lean, carajo!", gritó José Luis Ibáñez. El aplauso unánime, en pie, cerró el emotivo homenaje que demostró, como ha ocurrido a lo largo de estos tres meses, que no solo se ha ido un escritor reconocido a nivel nacional con galardones como el Premio Café Gijón, sino a un defensor de la cultura que abrazó con generosidad a quienes estuvieron a su lado. Cristina Santana lo dijo antes de echar abajo el telón, "ya estaría cantando aquí", porque, como buen cantante sin voz, lo que empujaba a Ravelo era compartir la algarabía y jolgorio que sentía por los suyos y ajenos.

Fuera, en la plaza Stagno, la tarde ensanchó sus horas con más actuaciones mientras los paseantes iban colándose entre los puestos de las librerías Canaima, Libro Técnico/Casa del lector y Sinopsis, que sacaron a la calle las novelas de Ravelo, aprovechando cualquier excusa para leer, más si es domingo y el sol invita a explorar la ciudad. Subieron más amigos, incontables, que entre tanta feria del libro no habían podido acudir antes, como Santiago Gil, José Luis Correa, Yeray Rodríguez, Leandro Betancor, Pedro Flores, Toñín Barrera, Noemi Padilla, Macame Mesa, David Ojeda y Federico J. Silva. ¿A dónde se irían luego, presos de la nostalgia y, a la vez, tan unidos por la alegría? 

Una muchacha rubia observaba lo que ocurría. Alicia López venía con una amiga y todavía le resultaba irreal que el escritor no estuviera. Recordó que, con tan solo 14 años, acudió a uno de sus talleres de escritura y, de repente, descubrió una infinidad de mundos que estaban a su alcance con tan solo abrir las páginas de un libro. Las recomendaciones, las técnicas, esos consejos, aún los guarda, y entendió que el oficio de escribir merecía un conocimiento profundo, incansable, que advierte de los pozos que quedan por llenar. Publicó su primera novela, Escribas, hace apenas unos años, y prepara otra. "Todo es tan extraño". Dentro, en el escenario del Teatro, hay una silla tapizada en rojo granate que continúa iluminada por un foco.