La joya oculta tras la playa de Las Canteras

El paseo que une La Puntilla con El Confital, un enclave idílico para pasear, hacer ejercicio y zambullirse en las aguas del litoral

Unos van a pescar, otros a correr. Hay quien ocupa su mañana arreglando la pérgola de su casa, o practicando ejercicio para luego darse un refrescante chapuzón en la playa. Varios vecinos de la capital grancanaria describen su pasión por el tramo del litoral que conecta La Puntilla con El Confital, antaño un amasijo de conserveras en un camino de tierra, hoy un paseo con mucha vida a los pies de la marea.

Federico Ramos pinta, con una brocha, una pérgola de madera en el patio que comparte con sus vecinos. El olor del barniz se mezcla con el aroma a sal, que viaja desde el mar hasta el domicilio impulsado por la brisa. A pesar de estar trabajando, Federico reconoce que disfruta de su tarea gracias a las vistas: el paseo del Confital.

Este paseo une la bahía del Confital con La Puntilla y permite a los vecinos y visitantes de Las Palmas de Gran Canaria disfrutar del litoral capitalino. La travesía, ahora asfaltada y equipada con bancos y carteles informativos, fue durante muchos años un sendero de tierra escoltado por fábricas.

"Cuando era niño todo esto eran factorías que llegaban hasta La Puntilla y por la Casa Roja salían las aguas fecales. Nosotros nos bañábamos con aguas fecales. Siempre estábamos metidos en el mar con la gente de las chabolas", recuerda el vecino con añoranza de aquellos años.

Un paseo despoblado

Federico, a sus 66 años, es uno de los pocos vecinos que continúan viviendo frente a los rocosos acantilados del Confital. "Se han ido todos", comenta, "antes en esta calle no cabía ni un chiquillo. Ahora no ves niños". El vecino explica que las generaciones más jóvenes han preferido mudarse a otros barrios del municipio.

Federico Ramos pinta una pérgola de madera en el patio de su casa mientras contempla las vistas del paseo.

Federico Ramos pinta una pérgola de madera en el patio de su casa mientras contempla las vistas del paseo.

Gregorio Pérez, al igual que Federico, también ha sido testigo de la transformación de este paseo. Mientras realiza algunos ejercicios contemplando el mar, como acostumbra a hacer todos los días, Gregorio relata algunas de las anécdotas que ha vivido en el paseo: "Era militar. Veníamos desde el acuartelamiento de Las Rehoyas caminando hasta aquí. Veníamos por la mañana y por la tarde regresábamos".

Gregorio y sus compañeros no eran los únicos que tenían que hacer este camino. La mascota del regimiento, Toni, "un perro enorme", les acompañaba en esta larga caminata, aunque cuando llegaba a Las Canteras se paraba agotado y un coche del acuartelamiento tenía que llevarlo de vuelta.

Ahora, ya retirado, hace gimnasia a lo largo del paseo, ataviado con una gorra para protegerse del sol. Por las mañanas le suele acompañar su mujer con la que, después de andar siete kilómetros, se da un chapuzón en Las Canteras.

"El paseo se ha estancado"

"El paseo ha evolucionado pero se ha estancado", sostiene Daniel Cabrera, vecino del barrio de La Isleta. A sus 38 años, ha presenciado la transformación de este camino. En la actualidad está descontento con su estado: "Le falta limpieza. Está dejado, no es atractivo".

Cabrera apunta, además, que las palmeras y el resto de plantas que adornan el paseo están descuidadas y manifiesta que si se atendieran "el paseo podría quedar precioso".

La playa del Cabrón, como la llaman los locales, es otra de sus preocupaciones. Es una cala empedrada que está situada a los pies de la icónica Casa Roja, la cual también precisa de las labores de limpieza: "Que esté cerrada al público por desprendimientos no impide que pueda ser limpiada", añade Daniel sobre su estado.

Remanso de paz en la ciudad

Aunque no nació en la Isla, José Manuel Martínez lleva años viviendo en la capital. Sentado en un banco de la Plaza de la Puntilla mientras lee el periódico, José Manuel cuenta que El Confital se ha convertido en uno de sus lugares favoritos para salir a correr: "Me gusta mucho aquella parte del paseo. Está en contacto directo con el mar".

El sosiego de esta travesía, a diferencia del alboroto de Las Canteras, es una de las razones por las que Martínez prefiere trotar por esta zona: "Me gusta sobre todo porque está en plena ciudad y se puede estar tranquilo a la vez".

Federico, Daniel, Gregorio y José Manuel han sido testigos, y continúan siéndolo, de la historia de este paseo. Un sendero, en sus inicios de tierra, rodeado de fábricas y chabolas, de las que ya tan solo queda el recuerdo en la mente de muchos lugareños.

Un camino que, a pesar de su evolución, mantiene su esencia: la Casa Roja, el Roque Matavinos, la playa del Confital y, sobre todo, sus transeúntes que le dan vida a cada paso.

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