Comercios históricos de Las Palmas de Gran Canaria

Hermanos Arbelo, la pescadería del singular filete de gallo en Las Palmas de Gran Canaria

El negocio familiar cumple 45 años en Los Tarahales

Desde hace una década pasó a manos del yerno del fundador, que cuenta que el filete es el género más demandado y que algunos clientes llegan desde otros barrios para comprarlo

Comercio histórico: Pescadería Hermanos Arbelo

Juan Castro

La Pescadería Hermanos Arbelo nació como un punto de venta al por mayor, pero cada tanto entraba un goteo de personas para preguntar si podían hacer una compra pequeña. Ante el constante interés por la compra al detalle, el fundador, Agustín Arbelo, decidió poner un mostrador para atender a los clientes sin perder la venta a restaurantes y comercios. Ese simple cambio le generó un boom de ventas y el negocio fue tan bien que gran parte de la familia comenzó a trabajar en él. 45 años después, su yerno, Orlando García mantiene el comercio familiar que sigue atendiendo a los vecinos del barrio de Los Tarahales, en Las Palmas de Gran Canaria. Un negocio que se caracteriza por su filete de gallo, uno de los cortes estrellas que los clientes más compran.

La pescadería lleva toda la vida en la Carretera del Norte, 219. Esta vía antes era la principal para llegar a Tamaraceite, Teror y otras ubicaciones, por lo que era un punto de paso para muchas personas. En esa época la pescadería era un no parar, trabajaban seis personas que estaban constantemente atendiendo clientes. «Aquí no veías la claridad del día de toda la gente que había, prácticamente no te podías ir ni a desayunar», recuerda García. Sin embargo, con la inauguración de la GC-1 la clientela ha ido mermando hasta ser principalmente vecinos del barrio. 

García comenzó a trabajar un día después de cumplir los 20 años, por lo que estrenarse en la pescadería familiar fue casi como un regalo más para él. En la actualidad lleva 29 años trabajando y una década como propietario. Cuando Agustín Arbelo decidió tomarse la merecida jubilación, sus hijos emprendieron caminos diferentes, y García decidió tomar el relevo generacional. «Ellos me lo enseñaron todo, aquí lo aprendí hasta el día de hoy», afirma.

Para Agustín Arbelo la apertura del negocio no fue coser y cantar. El fundador tuvo que construir él mismo la acera, la arqueta, e incluso conectar el alcantarillado para acondicionar el exterior del negocio. A pesar del esfuerzo, la pescadería le aportó para vivir bien durante muchos años y poder emplear hasta a cinco trabajadores entre los que estaban en plantilla sus dos hijos Agustín y Juan. «Gracias a la pescadería también sus hijos pudieron tener su casa y a mí es lo que me ha dado todo tanto mi familia como mi hija, mi casa», asegura. 

Limpieza rigurosa

El actual propietario explica que tuvo grandes profesores que le enseñaron a perfeccionar los cortes, pero sobre todo a llevar una limpieza rigurosa. «Tú entras y no te huele a pescado fuerte, que es lo que normalmente me dice la gente a la que no le gusta el pescado y se lo tiene que comer por obligación», apunta. García explica que renueva el género cada día y, lo más importante, cambia el hielo cada mañana. 

El género que más vende es el filete, sobre todo de gallo, «el rey de la corona», pero también de cherne, salmón y lenguado. García reconoce que los gustos dependen de la zona y que Los Tarahales siempre ha sido un barrio de comer mucho filete de gallo, hasta el punto de que puede vender cajas de 25 kilos al día. Además, confiesa que los filetes que vende gustan tanto que tiene clientes que vienen de barrios colindantes para comprarle solo este pescado. «Tengo personas que me dicen que lo compran en otros sitios y sus nietos lo notan, por eso tienen que ser los de la pescadería Hermanos Arbelo», destaca. «Yo veo en otras pescaderías que es lo mismo, así que no sé porqué es, quizás porque yo lo corto al día», añade.

Clientes que son familia

García conoce tanto a sus clientes que les va preparando sus pedidos sin necesidad de mediar palabra. Algunos de ellos van a la pescadería incluso antes de que él comenzara a trabajar, y ya los considera como «parte de la familia». «Yo le he vendido a clientes, a sus hijos, ahora le vendo a los hijos de sus hijos, he visto a mujeres embarazadas de varias generaciones», apunta.

La subida de los precios la ha notado, y es que el pescado es uno de los productos que más ha encarecido la lista de la compra. Un dato revelador es que ante la inflación del año pasado las familias que no pueden permitirse comer carne o pescado cada dos días han pasado a ser del 4,6%, hace cinco años, al 13,1% en la actualidad, según la Encuesta sobre Condiciones de Vida, elaborada por el Instituto Nacional de Estadística (INE). García asegura que él apenas ha subido el precio de los productos en el último año: «Hace unos días me subieron 25 céntimos las sardinas, pero es que no me vale la pena luego subirlo yo». 

A la espera de una nueva conexión

Aunque la pescadería sigue con sus clientes fijos y varios nuevos, no son los años boyantes del principio. García espera que las ventas incrementen ante la petición que realiza la plataforma vecinal Los Tarahales Reacciona para añadir la conexión de la GC-3, y de esta forma reavivar el comercio de la zona tras la pérdida de afluencia que supuso la construcción de la circunvalación.

Ser pescadero es un trabajo vocacional, que García asegura que no se puede aguantar si no le pica el gusanillo desde el principio. A pesar de que él no estaba familiarizado con el sector rápidamente se sintió cómodo con el trabajo. Así lleva casi tres décadas atendiendo a su clientela que se ha convertido en una familia para él tras años de esfuerzo y constancia tras el mostrador.