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Literatura | Adiós al escritor más querido de Canarias

Una lectora, un librero y una escritora: Alexis Ravelo y sus abrazos literarios

El autor canario Alexis Ravelo, recientemente fallecido, desplegó un mundo crudo y complejo en sus novelas | Su calidad literaria y humana siguen siendo recordadas

Una lectora, un librero y una escritora: Alexis Ravelo y sus abrazos literariosLara de Armas

La última, la rescatada y la atípica. Ese es el corpus del que hablan la escritora Rosa Ribas, el librero Cristian Jorge Millares y la integradora social Julia Rivero. ‘Los nombres prestados’, ‘Los últimos días de mercurio’ y ‘La otra vida de Ned Blackbird’ muestran un universo literario complejo, lleno de preguntas, denuncia social y personajes que, como cualquiera, solo pretenden sobrevivir en una realidad incongruente.

Eladio Monroy ha hecho una cafetera. Espera que el silbido caliente rompa pronto el silencio. De pie, como almas en pena, están sus invitados. Bueno, invitados. Aparecieron la misma noche del lunes, cuando otros ojos, otras voces, comenzaron a leerlos en voz alta, con la mente despierta, tal vez con la fe ciega de que, así, aún no marcharía. Los observa y retira la mirada; hay una especie de pudor en compartir esa condición de huérfanos cuando en sus torrentes sanguíneos circula la misma tinta. Fuera, la vida sigue y febrero avanza torpe, aunque el día 30 falleciera Alexis Ravelo, su escribidor.

Frente a una exposición está Rosa Ribas. Conoció a Ravelo por las calles del festival BCNegra hace muchos años en compañía de José Luis Correa, invitados todos a una mesa llamada Islas negras. No había leído nada de él ni de otros canarios, por tanto, le dio una oportunidad de la que no se arrepentiría. Todavía no cree que se haya ido. Como tantos otros, está a la espera de escuchar su risa escondida entre las páginas. "Era una persona muy analítica en sus lecturas, con una memoria extraordinaria, que tenía la capacidad de sacar y extraer lo que era la sustancia del género y darle su carácter propio. Así reconocías las novelas de Alexis, por un tono, por un cuidado y un estilo que siempre jugaba con los parámetros que dominaba del la novela negra", lo describe la autora catalana.

El grancanario siempre recomendaba que se leyera con atención su obra, y ahora ella es quien destaca Los nombres prestados. El Premio de Novela Café Gijón 2021, editado por Siruela, ocurría en Nidocuervo, a las afueras de San Expósito, ese refugio imaginario que comparaba con la Santa María de Onetti o el Macondo de García Márquez. Un lugar en el que Tomás Laguna intenta salvarse de la violencia ejercida y sufrida en aras de defender, supuestamente, a su país, cuando lo único que falta es la compasión del entendimiento, tal y como Ravelo comentaba en una entrevista a este periódico: "Algo que nos ha faltado, no solo en España, sino en la humanidad, es la compasión. Quizás lo digo porque soy un señor de 50 años que ha recorrido su camino a través del odio y ha descubierto que somos seres humanos".

Reconocimiento unánime

En esta historia, se arremolinan y perfeccionan las pautas del escribidor; personajes, en apariencia, mundanos, grises, descartados y poseídos por el sistema, sumidos en las diatribas de su condición mortal, dispuestos a sobrevivir a sus crímenes aunque las heridas les recuerden a cada roce el escozor de su huella... La última vez que coincidió con Ribas fue en un ciclo de novela negra europea celebrado en el Instituto Cervantes de Bruselas y comisariado por Carlos Zanón.

"La verdad es que me pareció de las mejores de sus entregas, con una escritura más sobria, concentrada, en esos capítulos tan breves y tan densos... A mí lo que me gustaba de Alexis es que era un defensor de la honradez en cada palabra. No adoptaba papeles ni roles: era coherente con su forma de entender lo que era la literatura. Es más, a nosotros mismos nos decía, si una se perdía, no te pongas nerviosa, niña, no dudes, tira para adelante", recuerda. Aguanta la estocada, solo que la emoción la hace trastabillar en el último momento. "Me quedo, sobre todo, con su magisterio. Cómo creció y se convirtió en un autor de referencia, y con su honradez, su coherencia, su estilo... Me quedo con su risa, de cuando llegabas a algún sitio y sabías de pronto que Alexis estaba allí, y me quedo con la sensación de que todo iba a salir bien".

El lenguaje directo, las referencias canarias y los personajes grises son características comunes de su obra

Lejos de San Expósito, lejos del dialecto de sus Islas, Ravelo embarcó hacia una ciudad imaginaria descubierta en mitad de la península hace trece años.En 2010, publicó la segunda entrega de la serie La iniquidad: Los días de mercurio. Un monólogo declamado por Pedro, nombre fantasma de un camarero, que tiene de telón de fondo la posguerra. El relato reeditado por la editorial Alrevés hace unos meses hizo llegar a sus lectores la visceralidad y la brevedad de una confesión que, teñida por las circunstancias políticas, habla de la represión y de los intentos fallidos por enmendar el pasado. El acontecimiento alegró profundamente al escribidor, pues, por fin, se reencontraba con esta novela, de las más breves, que había escrito con las tripas.

Siempre en búsqueda de qué significan las acciones y las decisiones para conformar la identidad, Ravelo puso en los labios de su protagonista: "Lo difícil, lo casi imposible, es saber quién se es; mirar una foto, enfrentarse a un espejo, leer un alias escrito tras un nombre en una nota de sucesos y decir: ese soy yo". Ahora, el ejemplar está en el expositor de la Librería del Cabildo de Gran Canaria. Tarde o temprano, se lo llevarán. Tal vez ya no esté la tapa roja con la pistola desencasquillada. Pero descansa entre los tomos que a lo largo de dos décadas fue alumbrando.

Un librero es más que un librero. Un librero es un guardián de palabras. Las selecciona, guarda, atesora, las desperdiga, las recomienda, y las vende, las vende para que crezcan allá donde queden como semillas. Desde 1995, el número 24 de la calle Cano está especializado en autores y temáticas canarias, acumulando más de 15.000 títulos entre los que destaca el oriundo de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria. "El puesto número uno es de Alexis Ravelo, era como la estrella polar de todos los demás, de otros escritores también como Santiago Gil, Pepe Correa, Juan Carlos de Sancho... Siempre ha sido el que más ha vendido y suscitado interés", comenta Cristian Jorge Millares, quien dirige la entidad. "Como empezó en el Cuasquías, mucha gente que venía y no se acordaba de su nombre, al principio, aludía al bar para identificarlo, era curioso", dice el también artista.

Guardián de palabras

Una de las ocasiones más especiales que lo trajo a la librería fue con motivo de la presentación y lectura de Crimen, una edición capitaneada por Ravelo, que rendía homenaje al genio y a la figura de Agustín Espinosa. Era diciembre de 2019 y no cabía ni un alma. Lo acompañaron Carlos Álvarez, Antonio Becerra, Zaradat Domínguez, Alicia Llarena y algunos de los descendientes del tinerfeño, como Joaquín Espinosa y Sandra Espinosa. "Él era el artífice de ese acto de una belleza extraordinaria y de un agasajo tanto al hijo como a los nietos de Agustín Espinosa, ¡hasta hubo gente que se quedó fuera!", rememora.

Habitual de las firmas, a veces tenían que darle un poco de prisa, porque con cada lector, con cada lectora, pegaba la hebra, "siempre conservó su sencillez de hombre de barrio, no tenía vanidad ni se le subió a la cabeza el reconocimiento que tuvo, y a todo el que se le acercara, aunque no lo conociera, le dedicaba el tiempo que hiciera falta". "Su nombre queda ligado a la literatura hecha en Canarias", defiende Millares, que tendrá que volver a reponer mercancía porque no dejan de pedir a sus puertas más y más libros.

Entre los pasajes de Eladio Monroy, La estrategia del pequinés, Un tío con una bolsa en la cabeza, Los milagros prohibidos, y tantos otros, en cada capítulo de cada trama urdida que puso a prueba la paciencia de su hacedor, siempre hay una pista dejada a los curiosos que deseen saber de las referencias del autor, de qué fuente bebía para alimentar su propia imaginación. Ya fuera la referencia al actor Alan Ladd en las películas de indios y vaqueros que veía Pedro junto a Viera en el cine Maravillas, o las mil y una que motean los pasajes de La otra vida de Ned Blackbird.

«Si quieres dedicarte a contar realidades, tienes que disfrutar de muchas», le aconsejó a Julia Rivero Padilla

De nuevo, aparece San Expósito como una isla de San Borondón presta a dar un cobijo a las escapadas de Ravelo, y aparece la calle Espinosa, y los topónimos, plantas, adjetivos o detalles que aluden a la idiosincrasia canaria; y los personajes secundarios fuertes, atemperados, tan acertados como contundentes en sus respuestas, con sus motes que destacan una cualidad inherente e irrenunciable de la persona que representan, casi como una caricatura que fija su rol en el transcurso de los hechos. Con Lucía, una camarera locuaz, habla Carlos Ascanio, un profesor de filosofía que alquila el piso vacío en donde tantos años vivió Celia Andrade.

La novela, una de las joyas dentro del universo literario de Ravelo, juega con los dobleces del tiempo, los giros de tuerca y los elementos fantásticos, como cuando Carlos Ascanario sueña y trae consigo algo, como una rosa que ha atravesado su cráneo para hacerse real. Esta es de las novelas favoritas de Julia Rivero Padilla, lectora infatigable del creador canario: "Me gustan tanto por cómo está escrita como por la historia en sí; me gusta la mirada de Celia y cómo Ascanio también la mira a través de las cartas que ella escribía. De alguna manera, me enamoré un poco y quise ser como ella, como que un tiempo después alguien leyera mis cartas".

Futuros escribidores

Alrededor del atlas que desplegaba Alexis, la joven tiene algo que decir acerca de los consejos que le dejó antes de partir: "Los buenos escritores leen", la conminó, "Alexis conoció tantos libros, tantos poemas, tantos tangos, los conocía de memoria y también te sorprendería la cantidad de chistes que había en su cabeza. Los buenos escritores ven películas, escuchan música, van al teatro, disfrutan de las fiestas y los bares. Si quieres dedicarte a contar realidades, tienes que haber disfrutado de muchas".

La integradora social conoció a Ravelo cuando cuando acudió a una de sus presentaciones junto a una amiga. Tenía apenas 13 años y sus padres le había regalado La historia del bufón Alegre Contador, un cuento infantil que conforma una de las facetas menos conocida del escribidor. Entonces, él mismo le regaló Algunos textículos, una recopilación de microrrelatos al principio de su carrera a la memoria de una de sus referentes, Dolores Campos-Herrero, en la que había hasta un impreso de reclamación al final del mismo por si el lector no quedaba satisfecho.

"Me gustaba reconocerlo en lo que había escrito, aunque la persona y el escribiente fueran ligeramente distintos... Sus novelas se leen con ansiedad, te asfixia el olor a cenicero y la ciudad que conoces se queda envuelta en ese humo denso. No deja de ser una lectura cómoda, abierta a cualquier lector, venga del género que venga, pero reflexiva y rompedora, en donde puedes ver la maldad humana a través de sus ojos: permite que todos la apreciemos, aunque nunca hayamos querido mirarla de frente", reflexiona.

Julia, con el paso del tiempo, se convirtió en, además de lectora, persona de confianza de Ravelo, tanto, que también pudo hojear sus manuscritos y, como tanta juventud que se iniciaba en la lectura con su obra, reconocía las coordenadas de las que hablaba su amigo. "No pasabas por esas calles sin tratar de encontrar sus personajes, iguales a las personas que aquí viven, pero más reales porque en sus libros puedes ver la humanidad con todo lo que ello implica... Las personas normales tienen deseos e ideas enfermizas, son corruptas, ¿o corruptibles?, violentas, y me enseñó que puede parecer o ser ratas y, al mismo tiempo, palomas blancas".

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Confía en que la calidad de su literatura, que lo harán atemporal, en el mismo cruce de conversaciones que recomienden, analicen y hagan que dé nuevos abrazos cada vez que las cubiertas de un libro se abra con su nombre, ¿pero, y si el tiempo pesa? "Si no pasa, me da igual, un escritor no necesita muchos lectores, solo necesita lectores leales, y siempre los tuvo". En la página que precede al inicio, el escribidor calvo hace aclaraciones al lector en cada una de sus entregas, ya sea con respecto al origen e identidad de lo que van a leer, siempre atados a la ficción, ya sea como un pacto que ofrece a su interlocutor, o un mensaje escondido entre líneas. Antes de ahondar en la relación entre Carlos Ascanio y Celia Andrade, advirtió: "No existe forma no-convencional de contar historia alguna salvo el silencio, que es, precisamente, lo que todo relato pretende destruir". 

Con ligereza, como se dicen las cosas importantes, decía que tenía que vestirse de inocencia y humildad cada día para poder contar sus historias... La palabra de Alexis Ravelo resuena y resuena, ya eterna.

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